Hola, viejo, ¿cómo estás…?
Aprovechaste mi ausencia para esconderte en tu mar, refrescar tu seca piel entre la espuma traviesa de sus olas salpicar, ahogar tus penas en sal, clamar tus tristes poemas tan fuertemente salobres como esta injusta venganza de prohibirme el recordar.
Treinta años me susurran que yo te dejé olvidar, que mereciste otra cosa antes que negarte hasta el pan, que a madre la atesorabas cada segundo en su paz desde que tomó el camino del “Nunca ya volverás”; y solo al fin te quedaste, libre de mi amor falaz, por no entender tus maneras de quererme conservar mientras llorabas mi huida lejos de tu soledad.
¿Y cómo boga tu barca ahora que no ves la mar…?
Y los remos… ¿dónde están?
¿Dónde están las mil quimeras que mandaste navegar en tu proceloso océano?
¿Dónde llegarán tus sueños de viejo lobo, ahora que estás perdido en medio de los reflejos de su reluciente sal?
Perdóname mi arrogancia… Perdóname el desafuero por quererte replicar al rechazar tus silencios, por privarte para siempre de aquella felicidad con la que quisiste armarme, por alzarme en baluarte contra tus buenos consejos que nunca quise escuchar…
¡Mírame, dulce viejo, faro en la costa ya extinto a punto de retirar, castillo de arena abatido por los embates del mar…!
¡Mírame y no te duermas…!
Venga, viejo, ¿ya te vas…?
Permíteme que te encargue un mandado para Allá, ahora que estás descansando y no puedes rechistar: ¡un fuerte abrazo a mamá…!
¡Ah!…! Y dale un largo paseo en esa gran barca de amores por tu apaciguado mar; amárrala a tus caricias y a tu calor paternal, ese fuego rechazado que creía entreverado y agarrado a mis sentidos como las fuertes lianas de un encadenado mal.
Toma, viejo… Los remos de mis mejores recuerdos te ayudarán a bogar en tus mares infinitos por toda la eternidad.
Escucha, anciano…
Escúchame... Oye…
¿Ya te has ido…?
Venga, viejo… ¡venga ya...!
¡No me dejes, dame abrigo, me asustan estos silencios de tu negra soledad…!
Antes de que te marches, te tengo que confesar que tu nieto me ha dejado por quererle conservar…
...
¡No es justo! ¿Lo sabes…?
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