Nieves Iborra a pesar de que no era demasiado hermosa según el clásico modelo de la belleza, debido a su poco pecho, a su corto cabello castaño y a sus ojos del mismo color, sí que era una joven puericultora de veinticinco años lo bastante atractiva para atraer a los hombres gracias a su simpatía y a su predisposición para encariñarse de cualquier sujeto que le llamase la atención.
Aquella noche Nieves había invitado a cenar a su flamante novio Xavi a la casa de sus padres a quien ella había presentado anteriormente a varios amigos y familiares con orgullo como si el galán fuese un trofeo, ya que éste había regresado de las islas Canarias donde había ido a solucionar unos asuntos relacionados con su trabajo. Así que el novio oficial comió con fruición cuánto se le ofrecía y cuando los comensales hubieron terminado la cena él anunció que tenía que irse a su casa porque al día siguiente tenía que madrugar.
Como era de esperar Nieves acompañó a su pareja hasta el portal de la escalera, pero en aquella ocasión para su sorpresa Xavi se puso serio, hierático y le dijo:
-Mira Nieves. Lo nuestro se ha acabado. En Canarias me he enamorado de una mujer alemana muy inteligente y me voy a vivir con ella.
Nieves al principio no se lo quería creer, mas al ver la firme actitud de Xavi se sintió totalmente conmocionada; era como si le hubiesen asestado un golpe en la cabeza; por un momento creyó que estaba soñando y creyó que pronto se iba a despertar, pero la realidad se le imponía con toda su crudeza. Su flamante novio en el que había depositado sus expectativas de futuro la había dejado por otra y de repente volvía a estar sola.
- ¿Por qué me haces esto, por qué? - inquirió ella con un hilo de voz.
- Porque sí. Tú eres una buena chica, pero eres muy limitada. No sabes hablar de nada - le respondió Xavi sin contemplaciones- No sé lo que piensas o lo que no piensas acerca de cualquier tema.
Seguidamente la joven subió al lujoso piso de sus progenitores y con lágrimas en los ojos expuso el desastre amoroso que había sufrido. ¿Cómo podía ser que aquel tipo había tenido la caradura, la desfachatez de cenar como si nada ocurriera cuando ya tenía planeado dejar tirada a la niña a la cuneta como si de una colilla se tratara- se preguntaban entre asombrados y ofendidos sus padres-.¡Valiente sinvergüenza!
En poco tiempo aquel incidente trascendió a los demás familiares y otras gentes, y Nieves cayó en un estado depresivo; pues apenas comía y tenía insomnio por lo que a menudo tomaba calmantes para poder conciliar el sueño. Pero lo peor de todo era que cuando sus allegados trataban de consolarla o de animarla Nieves se mostraba despiadamente agresiva, colérica con ellos como si éstos tuvieran la culpa de su fracaso sentimental.
Cuando pareció que el temporal anímico de la joven empezó a calmarse dado que todo tiene sus altibajos, su amiga de la infancia llamada Victora le sugirió de hacer un viaje de una semana a Londres con el objeto de airearse un poco y Nieves aceptó tal propuesta. Pensó también que tal vez la distancia serviría para disipar el mal sabor de boca que aún le mortificaba; aunque no cayó en la cuenta que dicho viaje no era más que un parche ya que que su herida interior en la que iba implícito su orgullo femenino todavía no había cicatrizado
Por eso que ya una vez en el Reino Unido cuando Nieves y su amiga Victoria irrumpieron en un típico PUB de allí conocieron a un hombre joven y rubio de una cabeza redonda como un globo llamado James Talbot que era ingeniero industrial con quien hicieron amistad enseguida y Nieves ora reía ora lloraba al contarle al inglés lo que le había sucedido con Xavi; y a James que le importaba un pimiento el desengaño amoroso que ella había sufrido resultó que el talante dicharachero de ésta, su expresividad colorista que contrastaba con la sobria idiosincrasia de su país le hacía gracia y pensó que quizás con aquella chispeante española se lo pasaría muy bien.
-Las españolas ser muy simpáticas...- dijo James en un forzado castellano-.Una vez yo ir a Madrid y tener una amiga estupenda que me llevó a ver una corrida de toros.
- Ah... ya, ya... jajaja ¡Que mono eres! - le rió Nieves el comentario. Entonces a ella le acometió una idea. Su madre que desde niña le había inculcado un modelo de amor romántico. sensiblero; la necesidad de casarse por encima de todo con un "buen partido" sin reparar demasiado en su manera de ser, en aras del futuro bienestar familiar, la chica pensó que un clavo saca a otro clavo. ¿Iba Nieves a ser menos que sus amigas, que su hermana mayor que tenían un novio formal? ¡De ninguna manera! Ella trataria de emparejarse con el tranquilo James Talbot.
Por tanto Nieves se avalanzó hacia el inglés y le besó en la boca, y él dijo con mucha convicción puesto que estaba muy seguro que aquella enamordiza chica era un regalo del cielo:
-Yo ir otra vez a España; a Barcelona concreetamente para verte a ti. Pero por favor sin toros.
-¡Huy pobrecito mío! Claro que sí. Ven cuando quieras. Ya verás como te gusta mi familia - respondió la joven barcelonesa muy alegremente.
CONTINÚA
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