Más allá de la esperanza

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Muchas veces he pensado y sentido cuan dura es la soledad. Me parecía que este sería el más profundo y último estadio anímico y emocional; ese lugar sombrío y triste en el que deambulan los pensamientos como espectros y que de tan cansados y faltos de energía ya ni lastiman.

Me refiero claro está a la soledad no escogida, pues la que un@ busca cuando tiene una vida plena y activa puede tener incluso efectos beneficiosos.

Meditaba pues como digo sobre la soledad como estación de término, silencio de los afectos, retiro alejado.

Y cuando tan convencido estaba de que encontrarse en ese estado era lo peor que a nivel sentimental le puede pasar a una persona, descubrí que es posible caer a una profundidad mayor, a un abismo inesperado, pues más allá de la aflicción de encontrarse o sentirse sol@ está el mantener la esperanza y la ilusión por algo que no va a suceder.

Esperar algo que no depende de un@ y que se constata a cada momento que se encuentra tan lejos como inalcanzable es un sentimiento realmente desolador.

Y con todo lo que es terrible saber que no puede ser lo pésimo es mantener el afán de luchar por poder alcanzarlo. Es sinceramente una forma de autolesionarse emocionalmente realmente absurda, aunque también reconozco que en muchos casos inevitable.

A partir de mi propia experiencia, que no pretende más que servir de modesto ejemplo, confirmo que estos anhelos son energías perdidas, como perdido ha sido todo el tiempo que he dedicado a ello, visto con perspectiva.

Aferrarse a situaciones o personas que no están en la misma sintonía, que no son compatibles en un mismo tiempo, en definitiva donde no hay futuro, y que sea algo que cualquiera que no lleve nuestra venda pueda constatar, solo conduce a una honda frustración, a un inmenso agotamiento emocional que poco a poco elimina todo resquicio de aquellos hermosos sentimientos que en algún momento fueron y que de tanto darse de bruces con la realidad han perdido toda su agradable esencia para convertirse en nada más que quebradizas hojas marchitas, útiles nada más que para alimentar la hoguera de los resentimientos.

Llegados a este punto, no quieren ser estas palabras una exculpación de los propios errores y focalizar la culpa en otr@s, porque ahí radica, a mi modo de ver, lo fundamental del problema: no querer ver, dar alas a que si bien hoy no es igual mañana sí.

No va a suceder. Cuanto antes prenda esa idea base en el corazón propio antes habrá la posibilidad de encontrar una salida hacia alguna parte.

Aquello que no puede ser no será y menos si no existen unos tiempos ni se tejen unos afectos que traten de construir algo.

Observándolo con esta perspectiva la soledad no se antoja como un lugar tan horrible, por lo menos existe una cierta y extraña calma y la falta de esperanza se ve compensada porque habitualmente tampoco hay dolor sino apatía.

Sería fantástico que todos los días fuesen felices. Para bien o para mal en la vida lo que más abundan son las decepciones y quizás sea realmente necesario que contenga esta profusión de fracasos, porque todas aquellas cosas que se van superando hacen que nos fortalezcamos, a costa de perder la inocencia y una cierta parte de nuestra sensibilidad, que estemos mejor preparados para la siguiente ola que pretenda derribarnos, para abordar cada nuevo desafío.

Si solo fuésemos felices, seríamos realmente débiles y el más leve revés nos supondría un sufrimiento insoportable.

Al final todo se reduce a aquello que un@ puede cambiar para mejorar y a como se afronta lo que le viene dado y sobre lo que no se tiene control.

A mi modo de ver no estamos especialmente preparados para afrontar la frustración por no ver cumplidas aquellas cosas que deseamos. No se fomenta el descubrimiento y desarrollo nuestra inteligencia emocional desde pequeñ@s y eso hace que en muchos casos no sepamos resolver adecuadamente multitud de cosas que nos salen al paso.

Teniendo en cuenta la realidad de las situaciones a veces lo adecuado será quedarse y luchar por lo que buscamos y otras retirarse a los cuarteles de invierno a curar las heridas.

Nunca hay una respuesta correcta ni universalmente válida. Es lo que cada un@ entienda que quiere para su vida.

Pero al menos concedernos, de vez en cuando, un pequeño tiempo de reflexión y evaluar a donde conduce el camino que seguimos.


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