Cada día, puntual, a las dos de la mañana,
asomaba su carita tras las blancas cortinillas
de una pequeña ventana
y, echando su pelo atrás, se apoyaba en el alféizar
y soñaba en descifrar los secretos de la Luna
Y la Luna, agradecida, henchida por ser mirada,
le guiñaba sus ojillos cada vez que respiraba
Una lágrima escapaba de cada cráter lunar
cuando ella dormitaba:
le podía la vergüenza de sentirse acongojada
por la muerte de la niña en esa edad tan temprana
El día llegó sin pausa…
Lloraron sus pocos trastos y sus ositos de trapo;
ya no jugarán con ellos esas delicadas manos,
gimiendo están sus zapatos sintiéndose tan descalzos...
Tomaron su cuerpo inerte y la vistieron de blanco,
le pintaron un lunar en su carita de santo,
la llevaron en volandas y la enterraron al lado
del muro más plateado por los rayos de la Luna
cuando sale a iluminarlo
Hoy, la niña y la Luna, en la noche de los tiempos,
placen juntas en la playa de una costa muy lejana,
mezclan en las suaves arenas pasos de baile entre damas;
juegan, corretean, ríen, danzan y chapotean
entre las blancas espumas de sus agüillas plateadas…
… Y canta la niña al sol una sencilla balada
cuando cierra su mirada
a su amanecer temprano tras los visillos del alma
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