El Dragón de Malaquita, (parte 2).
Por Amenhotep
Enviado el 10/08/2013, clasificado en Intriga / suspense
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Ese día estuve terminando de embalar todo y enviando los paquetes a mi nueva dirección, y aunque pensé varias veces en dejar aquella siniestra serpiente decorada en la vieja casa, mi sentimentalismo no me lo permitió, sabia que Marta la había comprado con muchísimo cariño y que no era nada barata además, así que la embale con poco cuidado y la envié junto con las demás cosas.
El viaje fue largo, y más que había descansado muy poco esa noche, y las despedidas en el puerto no habían sido nada animadas para mí. Llegue por la noche a la nueva ciudad, y una mujer poco grata me estaba esperando, parecía estar de malas, ya que en todo el viaje no dijo ni una palabra que no fuera mis horarios y las direcciones y nombres de la compañía, al final del recorrido me dejó en mi nueva casa, junto con las llaves y unos papeles, la verdad que extrañaba las historias de Marta, que aunque fueran siniestras me alegraban los viajes.
Así es, la historia de como llegue aquí, de como llegó a mis manos esta estatua, que una vez más estoy desenvolviendo, pues verán, tras la primera noche aquí, un lugar nuevo y desconocido, no tuve tiempo de desenvolver nada, las cajas se apilaban en la sala y los muebles nuevos aun me resultaban desconocidos, a mas allá de algunas prendas de vestir y mi computadora portátil, pocas cosas había desembalado, la noche resultó particularmente incomoda, en una cama que desconocía mi cuerpo, y decidí ir a la cocina por un vaso de leche tibia, y al regresar, note con asombro que sobre mi mesita que aun se hallaba junto a las cajas, se hallaba aun mal envuelto la figura del dragón, mi estomago se hizo un nudo, y mi aliento se detuvo al verlo allí, no recordaba haberlo sacado, y menos colocado allí, quise pensar que había sido un descuido mío, y que con el ajetreo de ese día, había olvidado que coloqué la figura allí. Lentamente me fui al cuarto, pero cada pocos pasos me giraba a mirar a la figura, con algo de irracional miedo de que se moviera. Al otro día la desenvolví cuidadosamente, y la coloque sobre la estufa de leña, esa noche mis sueños se volvieron intranquilos, y me movía en la cama con nerviosismo, aquejaba mi estado a la falta de costumbre sobre la cama y el lugar, sumado al extenuante trabajo, decidí una vez más ir a la cocina por leche tibia, y cuando regresaba clavé mi mirada sobre la chimenea, donde se hallaba la figura, que una vez mas parecía moverse lentamente junto con la luz que entraba por la ventana, y sus ojos celestes parecían brillar aun mas en la noche, lentamente camine hacia el cuarto, pero aquella figura parecía seguirme lentamente con sus ojos y cabeza, una sensación de miedo y escalofríos invadió mi cuerpo, realmente aquella figura parecía haber cobrado vida y mirarme, pero eso no podía ser real, era solo una estatua, una estatua de piedra verde que ni por casualidad podría estar viva, pero esa sensación si era muy real, y el miedo recorría mi cuerpo paralizándolo por completo, en esa postura estuve sin saber cuanto tiempo, hasta que pude tomar algo de valor y correr hasta mi habitación, al llegar allí, cerré la puerta velozmente y la atranque, prendiendo la luz de la habitación y acurrucándome sobre la cama, allí aguardé temblando hasta que el sueño una vez mas me venció. Al otro día y aun con el miedo a flor de piel, decidí tomar la estatua y envolverla nuevamente y guardándola en una caja, mientras lo hacia me repetía incesantemente, - es solo una estatua de piedra verde, no puede moverse, no tiene vida-, y así pude ponerla en su sarcófago de cartón, envuelto en papel marrón como si de una momia se tratase. El día prosigo sin mas percances, aunque un escalofrió recorría mi cuerpo cada vez que algo me recordaba la escena de la noche anterior.
(Continuara parte 3)
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