Una cosa fue llevando a la otra. Aquel gol inesperado en el último momento. Cómo no sales a celebrar con los amigos. De ahí a ingerir algo fuerte, va un solo paso. Y luego llegó nuestro amigo con el porro. Luego del gol de aquel portento, in extremis y magnífico, pasé a la cuarta planta de un hospital- sección siquiatría, para más señas.
Menos mal que era verano.
Para finales, con suerte, ya estaría otra vez en la calle, pero entre tanto me estoy mascando el verano hecho una planta. Eso sí, con aire acondicionado.
Qué más quieres, Baldomero- me dijo el otro día la psiquiatra.( Con un poco de sorna, pero es que me llamo realmente Baldomero).
Y era cierto, comida gratis, reposo, enfermeras a tutti plen en rededor. De vez en cuando hablo con alguien instruido ( no en vano los psiquiatras se han mascado también los seis años comunes y el M. I. R.; gente instruida, vamos). El paraíso. Una cárcel de oro, dicen cuando me visitan los amigos.
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