Incidente excitante con mi esposa y un amigo que ambos no recuerdan. Capítulo 1

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Soy Pedro casado con Lucía, mi esposa de 40 años. Juntos formamos una familia feliz con nuestros hijos, disfrutando de una vida plena y satisfactoria tanto en lo emocional como en lo íntimo. Lucía es una mujer alta y un poco rellenita, con unas piernas largas y hermosas que siempre llaman la atención. Su piel canela resplandece, y cuando se pone faldas, deja mucha pierna al descubierto, lo que la hace lucir increíblemente hermosa. Es inevitable que despierte las miradas de todos, incluso de las personas cercanas a nuestro entorno.

En la intimidad de nuestras relaciones sexuales, aprovecho para sacar a flote toda esa pasión que mi esposa tiene escondida, y con el paso del tiempo, he aumentado los juegos cada vez más calientes. La inocencia de Lucía en la vida cotidiana se transforma en un volcán de deseo cuando estamos a solas. Cada encuentro es una oportunidad para explorar nuevos límites, descubriendo juntos formas de mantener viva la chispa de nuestra relación. La forma en que su piel canela reacciona a mis caricias y su mirada llena de deseo es un recordatorio constante de la intensa conexión que compartimos.

En nuestras escapadas nocturnas, le pido que se vista de manera provocativa, disfrutando de la atención que recibe y de la energía que esto añade a nuestra intimidad. Con el tiempo, hemos incorporado nuevos elementos y juegos a nuestras experiencias, haciendo que cada encuentro sea único y emocionante. La relación que tenemos es un reflejo de la confianza y el amor profundo que nos une, permitiéndonos disfrutar plenamente de nuestra sexualidad sin reservas ni tabúes. Mi esposa no tolera bien el alcohol, ya que incluso con pequeñas cantidades no recuerda nada al día siguiente. Esto lo he comprobado en varias ocasiones."

En una oportunidad, durante una reunión en nuestra casa, noté cómo mi mejor amigo Ricardo miraba a mi esposa. No lo hacía con falta de respeto, pero era evidente que el vestido que Lucía llevaba puesto capturaba su atención. Más aún, cuando ella cruzaba las piernas, la tela subía dejando ver aún más de sus hermosas piernas. Lucía, ajena a las miradas, estaba inmersa en una conversación de grupo, sin darse cuenta de lo que provocaba.

Nuestro hijo pequeño también estaba presente, intentando captar la atención de su madre. Se aferraba a su vestido, tirando de él hacia arriba, queriendo que lo cargue. Cada vez que lo hacía, el vestido subía un poco más, revelando más de sus piernas. Desde donde estábamos Ricardo y yo, podíamos ver claramente lo que sucedía. Mientras manteníamos una conversación aparte, compartimos una mirada cómplice. Yo sabía que él apreciaba la vista tanto como yo, aunque ninguno de los dos dijera una palabra al respecto.

Como estábamos en casa, decidimos tomar muy poco alcohol, a diferencia de nuestros invitados, incluyendo a Ricardo, quien cada vez parecía más sorprendido por la belleza y la sensualidad de Lucía. 

Durante nuestra reunión, mi hijo repentinamente anunció que necesitaba ir al baño. Lucía, siempre atenta, se ofreció a acompañarlo. Mientras caminaban desde la sala hasta el baño las nalgas de mi esposa rebotaban y se notaba la ropa interior que yo anteriormente le había pedido que se use, noté cómo Ricardo, nuestro amigo cercano, parecía seguir a Lucía con la mirada, ya con el alcohol en sus venas, ya no disimulaba la situación. Es comprensible, Lucía siempre ha tenido esa presencia que atrae las miradas sin que ella misma se dé cuenta.

Una vez dentro del baño, empezaron a escucharse algunos ruidos que indicaban que mi hijo no estaba muy contento con algo. Mientras tanto, Ricardo, que también necesitaba usar el baño, tuvo que acercarse al mismo baño y esperar pacientemente afuera. Desde mi posición, pude ver reflejado en el espejo cercano a la puerta del baño todo lo que sucedía.

Cuando finalmente Lucía salió del baño con mi hijo en brazos, ocurrió un gran percance: el zapato de mi hijo se enganchó en algo y levantó la parte trasera del vestido. Desde el espejo pude ver que Lucía tenía las grades nalgas al aíre libre, mostrando la tanga negra que usaba, completamente ajena a lo sucedido, continuó caminando hasta pasar al lado de Ricardo. Fue entonces cuando Ricardo, con una mezcla de sorpresa y deseo, no la alertó, prefirió verla y con mucho reparo pegó una mano en las nalgas y para disimular acarició a mi hijo con   la otra. Cuando Ricardo sobó con más descaro las nalgas de Lucía ella se dio cuenta, y en la inocencia de mi esposa pensó que había sido un accidente. Lucía, visiblemente sonrojada, optó primero por bajar a mi hijo de sus brazos, inclinándose, poniendo más al descubierto su lindo culo y haciendo que Ricardo pueda ver a totalidad el lindo poto de mi esposa. El cogió con ambas manos las nalgas de Lucía y cuando se dio cuenta que yo estaba caminando hacia ellos, hizo el ademán de querer ayuda a mi esposa y le ayudó a acomodarse el vestido. Lucía muy pero muy sonrojada agradeció el gesto y fue corriendo a la habitación. De esta situación nadie más pudo darse cuenta.

Después de que Lucía y mi hijo salieron del baño, Ricardo decidió finalmente entrar. Pasaron unos minutos y noté que tardaba más de lo habitual. Empecé a imaginarme lo qué estaría haciendo ahí adentro. Cualquiera en su posición haría lo mismo después de ver a una mujer hermosa con un gran culo. Cuando finalmente salió, decidí abordar la situación de manera sarcástica, como una forma ligera de aliviar la tensión del momento incómodo que todos habíamos experimentado.

Le agradecí a Ricardo con un tono irónico por "haber ayudado" en la situación del vestido de Lucía. Noté que estaba un poco avergonzado, lo cual me hizo pensar que tal vez había sido consciente de la situación y se sentía incómodo al respecto. A pesar de todo, quería creer que había sido su nivel de alcohol lo que provocó su intención maliciosa.

Le di la mano en un gesto de camaradería y lo dirigí de vuelta a la sala. Después de asegurarme de que Ricardo se encontraba bien integrado de nuevo en la reunión, decidí ir a hablar con Lucía en privado. Quería asegurarme de que ella se sentía cómoda y bien después del incidente.

Cuando llegué a la habitación donde estaba Lucía encontré a mi hijo ya dormido, pregunté a Lucia si todo estaba bien. En ese momento, ella me contó lo sucedido en el baño, pensando que yo no me había percatado completamente de la situación con su vestido. Pude notar en su voz una leve duda, como si dentro de ella hubiera cuestionado si realmente había sido un accidente o si Ricardo había aprovechado la situación de alguna manera.

Intenté tranquilizarla y le aseguré que confiaba en que había sido solo un incidente fortuito. Sin embargo, sé que esa pequeña duda quedó flotando en el aire, y me quedé pensando en cómo abordar este tema con Ricardo más adelante, para asegurarme de que no hubiera malentendidos ni incomodidades adicionales entre nosotros.

 

Sigue en el capítulo 2


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