COMPARTIDA (1)
Tiempo presente.
Compartida, dije. Compartida, escribí. Los tiempos modernos, con sus tecnologías tienen sus cosas malas, pero también sus cosas buenas. Diferentes, pienso. Mejores; al fin, mejores, me digo. La inmediatez, esa instantaneidad en las comunicaciones, compensa las distancias y relativiza las presencias... hasta un cierto punto.
Pulsé de nuevo: com-par-ti-da. Iguales, tecleé tras un punto. Esperé la respuesta de él. Él es Roque. A Roque lo conocí en primavera, en una web de aficionados a la cultura. Entre la mucha basura que allí había, me llamó la atención un breve poema. Ausencia, así lo tituló. No era un poema de dedicatoria a un ser amado. No era nostálgico; no era triste. Roque hablaba de otra ausencia: de la ausencia de sí. La ausencia de uno mismo. La no honestidad. Reclamaba una honradez hasta dentro, al tuétano, con admisión de todo nuestro yo, la parte positiva y la negativa. Escribí mi opinión y comenzó nuestra relación electrónico -postal.
Nos escribimos alguna vez; después, varias veces a la semana; finalmente, a diario. Se había establecido una comunicación profunda, que se fue convirtiendo en íntima; un vínculo, lo llamaba Roque. Fuimos ahondando en temas y en discrepancias que dejamos en la cuneta de nuestro camino. Había algo más, y brotó abiertamente. Nuestra soledad era algo que no deseábamos, y tampoco una relación asfixiante. Tiempos nuevos; otras realidades sociales, otras formas de relacionarse.
De esa manera, llegamos al terreno sexual.
Compartida, insistí ante su silencio. Ha de ser una sexualidad abierta, sí, pero compartida. Al fin, llegó su respuesta en dos palabras: de acuerdo. Como el otro acuerdo que establecimos al poco de comenzar nuestro intercambio de correos, cuando todavía no era instantáneo. No veríamos nuestro rostro. Eso fue en el momento en que abordamos temas sexuales sin tapujos: el deseo, la concupiscencia, la lubricidad, el placer. Concluimos en tener una relación sexual abierta, mediante nuestra comunicación. Tanto él como yo queríamos y necesitábamos ver nuestros cuerpos... pero queríamos mantener la incógnita de nuestra cara. ¿Cómo hacerlo? Enfocando las otras partes del cuerpo, era lo más natural, pero no lo más fácil. Así que acordamos llevar antifaz.
(Sí despierta interés, publicaré las otras partes)
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