Conejo blanco, conejo negro, tanto da si caza ratones

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Conejo blanco, conejo negro; tanto da, si caza ratones

Paco va algunas veces al Glop. Va cuando se siente solo y algo le ronda por la cabeza; no se le aclaran los pensamientos y no le cuadran las respuestas a las preguntas. Por ejemplo, ahora, pasado el fin de semana. No entiende la vida de Laura ni realmente porque se siente frustrado y herido por lo que pasó el sábado, en el apartamento donde ella vive con su pareja.

Antonia es guineana, nació allí, aunque vive aquí, con Laura desde hace siete meses. Laura es su colega en el departamento de composición de B L disseny. Como hace doce años que trabajan juntos, Paco y ella han intimidado en algo así como una amistad de secretos compartidos. Laura es lesbiana, y Paco vive solo desde que Elena decidió romper el vínculo de pareja con él.

Una tarde de viernes, cuando no quedó nadie más en la empresa, en medio de confesiones íntimas, Laura le dijo que tanto el voyeurismo como el exhibicionismo formaban parte del comportamiento sexual natural, del mismo modo que la masturbación y los juegos de roles, las fantasías diversas, el sexo en grupo o el anal. Paco tenía una visión tradicional del sexo, pero influenciado por los discursos políticamente correctos sobre la homosexualidad, no tenía una opinión condenatoria; sino condescendiente. Laura le preguntó directamente si él no había practicado algo de aquello. Confundido, admitió que salvo la masturbación todo lo demás era ajeno a su vida. Laura le explicó que ella se sentía plena sexualmente desde la pubertad porque había superado los complejos y los modelos impuestos; que habitualmente en su relación con Antonia jugaban libremente con el placer de esas prácticas. No te gustaría probar alguna vez, le preguntó. Paco la miró fijamente y asintió. La idea le disparaba cierta calentura. Laura le sonrió y le preguntó si quería ir con ellas el sábado, en su apartamento. Paco sintió una aceleración en el ritmo cardíaco y un aumento de saliva en el paladar. Aceptó inmediatamente.

El sábado a las cinco estaba departiendo a la mesa con Laura y Antonia. Antonia tenía una piel muy oscura, cabellos ensortijados y una estatura baja; era delgada, lo contrario que Laura, alta, de cabellos castaños y más bien gordita. Queremos proponerte algo, fue directa Laura. Nos gustaría tener videos sexuales. ¿Te apetecería participar con nosotras? ¿Ahora, aquí?, dijo. Antonia sacó una filmadora y los tres fueron al dormitorio.

Laura y Antonia se desnudaron y se tumbaron en la cama. Comenzaron a besarse lentamente. Paco comenzó a grabar. Antonia tenía unos hermosos pechos negros y estaba depilado. Laura le puso sus grandes tetas en la boca. Restregaba su triángulo de vello púbico sobre el sexo afeitado de Antonia, mientras aquella lamía los pezones rosados de Laura. Paco acercó la cámara. Con un plano del culo de Laura apretada sobre el vientre negro y brillante. Se estaba poniendo cachondo. Notaba endurecido el pene, apretado contra la cremallera del pantalón. Antonia hizo tumbarse boca arriba a Laura y se sumergió entre el musgo de pelos rizados. Comenzó a besar y lamer la vulva de Laura que se abrió de piernas. Los dedos de Antonia abrieron el coño peludo e introdujo la lengua en el agujero sedoso y humedecido. Paco filmaba tan cerca que costaba todo el sonido de los lametones ensalivados con que Antonia hacia gozar a Laura, que sostenía el cabello ensortijado de su compañera. Cambiaba de ángulo para grabar a una y a otra, el rostro en éxtasis de Laura, la mirada fija de Antonia cuando alzaba la cabeza y volvía a clavar su boca y su lengua en el sexo abierto y chorreante de Laura. Laura se vino con un grito de placer. Y terminó el orgasmo acariciándose el clítoris. Antonia fue hacia ella y se colocó sobre su cara. El coño depilado besó los labios horizontales de la boca de Laura. Paco no podía más, notaba la humedad del flujo en el calzoncillo. Ansiaba meter la polla en algunos de aquellos coños húmedos de flujos. Se frotó el bulto que sobresalía visiblemente.

Laura, experta, chupaba los labios verticales, estrechos de Antonia. El interior rosadito del coño angosto se dilató y metió dos dedos que hizo girar en el túnel lleno de fluidos de su negra compañera. Le comía el clítoris que la cámara en las manos de Paco se veía grande y en forma y color de avellana. Antonia se corrió en seguida, con el cuello arqueado y las manosijeyabdise en las amplias caderas de Laura. Gemía sin cesar. Luego se dejó caer junto a su pareja de juegos.

Laura miró como si descubriera de repente que ambas amantes no estaban solas. Paco sonreí con la polla encarcelada en el vaquero. Desnúdate, le dijo. Paco instantáneamente se bajó el pantalón junto con el calzoncillo. La polla grande, tiesa, venosa, con el glande enrojecido, saltó al aire. La punta brillaba de flujo. Antonia había cogido la cámara y seguía la grabación. Laura se dio la vuelta y se colocó arrodillada, con los muslos abiertos. Su chocho seguía húmedo. Antonia le dijo: ¿No quieres follarla? Y Paco la embistió, metiendo la verga hasta el fondo del coño. Sujetaba la cintura de Laura, por el culo. Laura, mientras la tranca salía y entraba de su vagina se frotaba el clítoris. Antonia pidió: bésale el ojo del culo. Paco salió de la raja mojada y se agachó para obedecer. La polla estaba impregnada de los fluidos. Obedeció. Lámelo, dijo Antonia. Paco lo hizo. La tranca se había aflojado y colgaba ligeramente. Antonia, sin dejar de filmar, apareció con un gran dildo doble. Lo chupó y lo introdujo por ambos agujeros. Laura se estremeció. La mano negra comenzó a follar el culo y el coño blancos. Paco se cogió la polla y comenzó a hacerse una paja. Laura jadeaba y gemía. Venía el nuevo orgasmo. Llegó. Laura de dobló en dos con unos ruidos de placer, como una gatita satisfecha. Antonia se giró adonde estaba Paco meneándosela. Le grabó. Sólo se le veían las manos y la verga pajeada. Una mano sostenía los huevos; la otra frotaba enérgicamente el glande. De repente, Paco se inclinó ligeramente y paró de masturbarse. El esperma brotó a raudales y resbaló por toda la tranca enhiesta. La leche chorreaba a golpes espasmódicos, corría entre sus dedos, caía sobre la colcha. Antonia grabó hasta el último espasmo de Paco, registró hasta la última gota de esperma, hasta que la tranca se fue achicando. De Paco, aparte del sexo, no grabó ni una imagen.

Se estrecharon, se besaron apasionadamente.

Se giraron y le dieron las gracias a Paco. Éste se vistió con una sonrisa estúpida en los labios y se despidió.

Le ha contado todo eso a Carlota, la camarera del Glop, a la que conoce desde hace años, con la que intentó ligar inútilmente. Ambos se conocen bien. Cuando terminó el relato le sirvió otro whisky y lo dejó con sus cavilaciones.

Carlota se fue al otro lado de la barra, vertió un poco de bourbon en un vaso con reflejos morados y dijo para sí «Cuánta razón tenía Bob Dylan cuando escribió The Times They Are a-Changin'.


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