La cartera manchada de sangre. Parte 3. FINAL.

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          Mientras tanto, no muy lejos de allí. Alberto ofrecía una cena casera a su invitada asiática, japonesa para más señas. La chica no mostró especial entusiasmo por el champán y acabaron preparando algo un poco más "macabro":  sangría.

      La conversación derivó hacia el mundo del manga y el anime, pero también hablaron de ellos mismos. Alberto notó que la mujer mostraba interés por todo, algo poco común en la cultura de la que venía. Sin embargo, atribuyó este comportamiento a una genuina curiosidad por España y sus gentes. 

- ¿A qué te dedicas? - le pregunto.

- Pinto... bueno pintaba cuadros. - respondió la mujer.

- Eso suena muy bien... ¿y podrías pintarme?

La japonesa asintió y el anfitrión fue en busca de lápiz y papel. 

- Estate quieto. - le reprendió por enésima vez la artista.

- Sí profesora. - respondió Alberto fingiendo ser un adolescente pillado en falta.

       El dibujo dio paso al halago mutuo. El ambiente, la conversación y, por que negarlo, la deshinibición del alcohol y la proximidad de sus cuerpos condujeron al abrazo y al beso.

 Aquella tarde, mientras fuera el sol se retiraba a descansar, hicieron el amor.

        Serían las cuatro de la mañana cuando el bufido de un mosquito despertó a Alberto. Sin dar la luz se fijó en las piernas desnudas de su compañera. Tenía que acabar con el "vampiro" antes de que picase y chupase la sangre de aquella belleza que dormía a su lado.

       De pronto, en sueños, la mujer pronunció unas palabras en japonés o eso le pareció al hombre. Se la notaba inquieta, como si estuviera dentro de una pesadilla. Luego dijo algo más, esta vez en español.

Una ciudad, un nombre.

        El rostro de Alberto cambió durante unos segundos. Encendió la luz. Sobre la pared un insecto de largas patas, experto en chupar sangre, estaba muy quieto. Con rabia, usando una alparagata, Alberto asestó un golpe mortal. El ruido despertó a la mujer.

- ¿Pasa algo? - preguntó.

- No, solo un puñetero mosquito. - respondió el cazador.

      Luego, túmbandose junto a su compañera, la abrazó por la espalda, pegó su cuerpo al de ella y susurró unas palabras en su oído.

- Oye, me dijiste que habías estado en la capital, en Madrid. ¿Cómo fue eso?

- Eso fue hace mucho tiempo. - 

- No importa, dime.

Ante la insistencia, la nipona comenzó a hablar.

Cuando terminó, notó la respiración agitada de Alberto.

- ¿Te ocurre algo? Te noto muy excitado. - 

- Es que eres muy bonita y ese culito me pone un montón. - respondió el varón mientras bajaba las bragas de su compañera.

La japonesa trató durante unos segundos de entender ese cambio de personalidad. 

"Aquel tipo era un poco raro" pensó

 Y entonces...

Entonces le notó dentro de ella.

      Cerró el puño agarrando las sábanas y se dejó llevar por el placer mientras el hombre, a su lado, repetía una y otra vez con pasión su nombre de pila. "Sayo, Sayo, Sayoooo...".

********************

       Por la mañana, el móvil de Sayo emitió el sonido que anuncia la llegada de un mensaje. La cama estaba vacía, sin embargo el sonido amortiguado de alguién orinando en el baño la tranquilizó. Como siempre, el mensaje estaba cifrado por seguridad, pero el código era sencillo para alguién acostumbrado a leer secretos.

Lo leyó y cerró el móvil, su cara impasible no dejaba ver ninguna emoción.

Era solo trabajo. Sería rápido e indoloro.

      Y luego, luego un rostro pálido más que se sumaría a todos los cadáveres que la visitaban por las noches, en sus sueños, en sus pesadillas, en su infierno.

       El sonido del pis se vio interrumpido de repente.

     Luego unos instantes de silencio, seguidos de una melodía silbada.

      Sayo preparó el puñal. Durante un instante pensó en el cuento de Blancanieves. Ella siempre había querido ser la princesa de la boca de fresa... curioso, otra vez Ruben Darío, su poeta español favorito... pero, pero aquel joven y los otros y su padrastro y los golpes y las humillaciones... todo eso y más, la habían llevado a convertirse en el cazador del cuento... solo que ella, ella siempre entregaba el corazón ensangrentado de un ser humano.

La puerta del cuarto de baño se abrió y sonó un disparo.

      Sorprendida, por primera vez en mucho mucho tiempo, Sayo se llevó la mano al estómago, llenándola de sangre.

Aquella herida de bala era el fin, su harakiri* sin honor.

Con la mirada llena de miedo interrogó a Alberto.

Este rió como un loco y dijo.

- Soy Kira* dueño del libro de la muerte donde he escrito tu nombre. Tú asesinaste a mi padre, en Madrid. ¿Te acuerdas?  Él estaba allí por casualidad, te vió por casualidad, el no era peligroso y tú, tú le asesinaste a sangre fría.

         Sayo fue a responder algo pero se encontró cara a cara con la muerte. El elixir de la vida la abandonó y su cuerpo, inerte, cayó en el suelo.

 

Después sonó el teléfono.

 

- ¿Diga? - contexto el que quedaba

 

- Soy yo Laura, llamo de...

 

Alberto mantuvo el móvil pegado a la oreja, oyendo sin escuchar.

 

Fin.

Vocabulario y Referencias.

*Sinigami. Palabra japonesa compuesta por shini (muerte) y gami o kami (dios). En la cultura japonesa los dioses de la muerte lidian con el inframundo.

*Yukata. Especie de bata ligera usada en verano. Es como un kimono pero más ligera e informal y al alcance de todos los bolsillos.

*Edmond Dantes, protagonista del "Conde de MonteCristo" que usa el tesoro que encuentra para recompensar a los buenos y vengarse de los que lo habían traicionado.

*Ruben Darío. Poeta del que se citan versos de "Juventud divino tesoro" y "La princesa está triste"

*Harakiri. Del japonés "hara" barriga y "kiri/kiru" cortar. Los samurais cometían harakiri o seppuku como una manera de morir con honor. Normalmente un tercero cortaba con una katana el cuello de quien se había cortado a si mismo la tripa para evitar el sufrimiento.

*Kira. Protagonista del manga "Desu noto" en la que un shinigami entrega el cuaderno negro de la muerte a un humano. Este humano puede matar gente con solo escribir su nombre en el cuaderno. Kira... similar a "Killer" asesino en inglés.


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