Camping

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Este verano se presentaba poco apetecible para la protagonista de nuestra historia. Su reciente cambio de empresa, a pesar de ser una mejora importante en su vida laboral, traía consigo, no poder elegir vacaciones en verano y el sofocante sol de Castilla no motivaba mucho a ver con entusiasmo el verano. Por eso, cuando llevaba tres fines de semana trabajando, su ánimo empezó a decaer y en cuanto tuvo un par de días libres decidió irse de camping al norte de España, para cambiar de aires y sobre todo refrescarse un poco.

Cómo jamás había ido de camping, fue a un centro comercial muy ilusionada a adquirir todo lo necesario para tener una acampada cómoda y divertida, tomándose las compras como una inversión para  futuras vacaciones y días libres.

Aquella calurosa mañana de julio, se levantó temprano  ya que quería aprovechar bien el día, y poniéndose  al volante de su nuevo monovolumen blanco, se presentó en el camping en apenas un par de horas.

Sacó en la parcela todo lo necesario para el montaje de la tienda (con su respectivo tutorial de YouTube, ya que no había pisado un camping en su vida). ¡Cómo se la había ocurrido semejante idea, pudiendo ir a un hotel....!

Entre las varillas, las piquetas y los vientos se estaba liando y no tenía manos para tanta cosa. Tan enfrascada estaba, que no se percató que una chica la estaba mirando. 

-¡Me pasó lo mismo la primera vez! 

Y sin pensárselo dos veces, empezó a coger cosas y en cinco minutos tenía la tienda montada.

-¡Gracias, estaba a punto de irme a un hotel!.Dijo sonriendo.

-¡Eso nunca! ¡La primera noche en un camping es inolvidable! Soy María y si necesitas algo más,estoy acampada aquí al lado.

-¡Encantada! Soy Marta.

Sorprendentemente a Marta se la había pasado el mal humor tras conocer a esa chica, así que decidió ponerse el bikini y darse un buen baño en la piscina de agua salada que había en el camping.

-¡Que maravilloso día, que piscina tan agradable, que paisaje tan bonito y que vecina de parcela tan simpática!. Pensó.

Tumbada en la toalla mirando al cielo vio en primera línea, como oscurecía de repente, y unas nubes negras que amenazaban tormenta se acercaban desafiantes.La temperatura bajó de repente y empezó a sentir frío, así que decidió recoger su despliegue de piscina y pasar por las duchas.

Envuelta en una toalla azul, sus chanclas de dedo y su bolsa de aseo, entró en las duchas, encontrándose de nuevo a la entrada con María.

-¡Parece que va a caer una buena! Dijo, señalando hacia el cielo.

Marta asintió ,quería mirar al cielo mientras sonreía ,pero fue incapaz de apartar sus ojos de aquella mujer en albornoz y chanclas. Se sintió hipnotizada por aquellos ojos color miel, su pelo rubio rizado y ese cuerpazo que se intuía tras el albornoz.

-¡Que me ha pasado!.Pensaba, mientras se cerraba rápidamente en la primera ducha libre que encontró de lo avergonzada que se sentía.

Recordó a su último novio, lo mal que lo pasó con la ruptura y eso hizo que se la pasara el agobio.

Al salir de la ducha, estaba todo tan oscuro que parecía haberse hecho de noche de repente. Un trueno ensordecedor la recordó las palabras de María sobre una posible tormenta. Debía llegar a la tienda antes de que comenzara a llover, pero al salir del edificio de la zona de aseo, caia agua de una manera brutal,  así que decidió esperar que amainara un poco.Se sentó en un banco de madera a mirar la tormenta y de repente una voz conocida la sobresaltó.

-¡Pensé que no iba a ser tan fuerte!

Marta empezó a temblar, era algo tan intenso que María se dió cuenta, y la paso el brazo por su hombro asumiendo que tenía frío.

Ese pequeño contacto tan sutil, provocó en Marta una cascada de sensaciones que no había experimentado jamás, eso la asustó y a la vez la encantó, de tal forma que empezó a desear inconscientemente que no parara de llover. Parecía como si conociese a esa mujer de toda la vida, como si existiese un imán, una unión invisible entre las dos.

De repente, tal y como suele suceder, la tormenta pasó y Marta no quería separarse de María. Sentía, de alguna manera que a ella la estaba pasando lo mismo, y casi sin pensarlo la invitó a cenar.

María aceptó encantada, pero fue a por algunas cosas de comer a su parcela para compartir. El tiempo pasó muy deprisa durante la cena, hablaron de todo un poco y era tal la complicidad, que parecían conocerse desde siempre. Estaban tan centradas la una en la otra, que ninguna se dió cuenta de que había empezado a llover de nuevo. Para evitar mojarse más, ambas entraron en la tienda de Marta. A ninguna de ellas la importó pasar un rato más juntas, se podría decir que la tormenta las estaba haciendo un favor. Marta empezó a sentir una conexión increíble y no pudo evitar abrazar a María, a lo que ésta respondió con caricias en las manos y en los brazos. Marta jamás había sentido deseo por una mujer, pero esto era distinto. Se sentía en una burbuja y en ella el deseo crecía con cada caricia, con cada gesto, con cada mirada. Era una nube tan intensa de placer lo que estaba sintiendo con tan poco, que quería más, y sus manos empezaron a recorrer el cuerpo de María, mientras fuera la lluvia y el viento rugían con fuerza. Y allí, bajo una lona y la luz de una linterna, ambas se dejaron llevar y sintieron algo que jamás habían experimentado, un deseo incontrolable de ser una, una conexión completa con el placer.  Ambas se miraron y supieron que habían encontrado su hilo rojo y mientras la luna se abría paso en un cielo de nubes grises, surgió el amor en un camping perdido entre montañas al norte de España.

 

 

 

 

 

 

 


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