La esposa de mi amigo me ayudó

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Esta historia que voy a contar ocurrió hace algunos años, cuando por motivos laborales me tuve que desplazar a Bogotá, Colombia. Inicialmente el plan era quedarme un par de meses, pero terminé quedándome casi un año. Durante este tiempo viví con mi amigo Arturo y su amable esposa en su confortable casa en Chía, cerca de Bogotá. Yo laboraba con una empresa multinacional con sede en Medellín y me pidieron gestionar y liderar en Bogotá todo el montaje de una nueva sede. Le consulté a mi amigo, Arturo, sobre como establecerme en Bogotá, ciudad que él conocía muy bien, y él sin dudarlo un solo segundo me ofreció una pieza en su casa en Chía. Yo acepté y me fui a vivir con ellos. Éramos tres personas en esa magnífica casa. Nos hicimos grandes amigos. Solíamos salir los fines de semana, a cenar y a tomarnos unos tragos. Teníamos más o menos la misma edad, en torno a los 40, y nos identificábamos con facilidad en temas como la comida, la música, el cine o el licor. Varios meses después de yo estar viviendo con ellos, Arturo se ganó, por buen desempeño en su trabajo, un viaje con todos los gastos pagos y durante 10 días a Alemania a la sede de la empresa en donde laboraba. Era una magnífica oportunidad para él. Fue así que Arturo se embarcó en su bien ganado viaje. Nos quedamos solos viviendo en la casa Daniela y yo durante esos 10 días. Esto para mi no significó nada especial, puesto que, si bien Daniela era una mujer atractiva, yo nunca la había mirado con ojos diferentes a como se mira una buena amiga. Pero como les relato a continuación, las cosas pueden cambiar muy rápidamente. El primer fin de semana solos nos fuimos a cenar a un restaurante habitual, y luego de camino a casa, compramos una botella de ron. Una vez en la casa nos pusimos a ver una película que escogimos al azar, mientras degustábamos unos deliciosos rones con hielo. La película resultó mucho más atrevida en su contenido sexual de lo que parecía por su título. Narraba la historia de un hombre que vivía solo y tenía que recurrir con frecuencia a la masturbación para satisfacer sus deseos sexuales, y que además mostraba algunas escenas de sexo bastante explícitas. Al terminar la película, con casi todo el ron consumido, y con la mente liberada de inhibiciones por el alcohol, conversamos sobre lo que acabábamos de ver.

“¿Todos los hombres son así?”-me preguntó Daniela- “quiero decir, el tipo casi no soportaba no tener una pareja. Para ti, ¿es así de difícil vivir acá en una ciudad extraña sin pareja?”

“Claro que es difícil Daniela, a veces es una verdadera tortura”-le contesté

“Vaya, nunca había pensado en eso. ¿Y qué haces cuando estás así?”-dijo ella arqueando las cejas y dando sentido a su pregunta.

“ Pues lo mismo que hacía el tipo de la peli. Me masturbo”-dije yo sin pudor alguno.

“Claro, eso es normal”-dijo ella, pero no dio por terminado el asunto-”¿Y cada cuanto lo haces?

Aunque ya me empezaba a sorprender un poco el camino que estaba tomando la conversación, no me acobardé y le respondí de nuevo con la valentía que suelen dar unos cuantos rones.

“Depende mucho. A veces pasan semanas sin nada de nada. Otras veces se presentan cosas, como la peliculita esa que acabamos de ver, que me excitan demasiado”-le dije

Ella abrió los ojos un poco más de lo normal como calculando sus siguientes palabras y dijo

“O sea, ¿que estás excitado justo en este momento?”

“Si Daniela. Lo estoy. Pero no te preocupes. Aguanto hasta un poco más tarde que esté solo en mi habitación”- le dije riéndome y dándole la oportunidad de encontrar una vía de escape en la conversación. Pero ella no quería esa vía de escape.

“¿Por qué no lo haces acá? Yo no tengo problema con eso”-dijo ella sin inmutarse en lo más mínimo

“¿Acá? ¿No te molestaría verme haciendo eso?”-respondí un tanto incrédulo

“¿Molestarme? Por el contrario, sería muy agradable para mi verte haciendo eso”- dijo ella decidida

Ya las cartas estaban echadas. Yo estaba muy excitado y no solamente por las escenas de la película sino también por los rones y, principalmente, por la conversación que estábamos teniendo. La idea de masturbarme delante de Daniela nunca había pasado por mi cabeza, pero ahora que la contemplaba me parecía tremendamente excitante. Entonces pensé “Que diablos. Hagámoslo” Me incorporé de la silla en la cual estaba sentado, me quité primero la camisa. Miré a Daniela para ver si había algún signo de arrepentimiento, pero ella lejos de mostrar reparos, me animó a más

“Adelante, haz lo tuyo como si yo no estuviera acá”-me animó ella

Me desabroché entonces los pantalones y me los bajé hasta mis rodillas. El bulto en mis pantaloncillos era evidente. El morbo de la situación era muy grande. Me acaricié un poco por encima y luego en forma decidida me bajé mi ropa interior hasta los muslos. Entonces empecé a tocarme, suavemente al principio y después en forma más decidida comencé el movimiento de la masturbación. La miré. Estaba como en trance. No apartaba sus ojos de mi pene. Entonces no se aguantó y me dijo

“¿No quieres que te ayude?”. Eso era justamente lo que yo estaba deseando en ese momento. Que me ayudara. Pero yo no me hubiera atrevido a proponérselo.

“Claro que sí. Me encantaría”-le dije

Entonces ella se acercó a mí, me empujó suavemente hasta sentarme en la silla que tenía a mis espaldas, se arrodilló y sin titubeos agarró mi pene. Primero con una mano lo sobó en toda su extensión como valorándolo y acarició suavemente mis testículos con la otra mano. Luego inició la estimulación manual con habilidad. Fue aumentando el ritmo y la presión de su mano sobre mi pene. Con la otra mano no soltaba mis testículos. Mientras hacía esto no dejaba de mirarme directo a los ojos. Esto incrementaba mi excitación. No tardé en estar próximo a la eyaculación, cosa que ella notó, y entonces hizo lo impensable para mí. Se agachó y atrapó mi glande con su boca sin dejar de estimular con sus manos el resto de mi pene. Eyaculé dentro de su boca mientras gemía y arqueaba mi cuerpo de placer. Ella no se detuvo hasta mucho después de yo haber descargado en su boca toda la gran cantidad de semen que tenía represada. Todo se lo tragó sin reticencias, me miró a los ojos y me dijo: 

“Sabe rico tu semen”

Después conversamos otro rato. Me dejó claro que no quería ser infiel a Arturo, pero que no tenía problemas en “ayudarme” con sus manos y su boca cuando yo lo necesitara. Y a fe que lo cumplió. Ella me buscaba en mi habitación y sin mediar palabras se arrodillaba en frente mio, y me hacía unas mamadas de ensueño. Era tal su habilidad y tal el nivel de excitación que yo alcanzaba, que siempre eyaculaba en su boca en menos de 5 minutos. Nunca tuvimos sexo vaginal. De hecho, nunca la vi desnuda.


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