Hay ocasiones, muy pocas, en que lo cotidiano, igual que una flor en el leve amanecer, destella con un salto interior y placentero. Una llegada inesperada; un soplo de brisa nueva, original, diferente, que disuelve la grisedad de los días. Entonces el alma, eso que llamamos alma, alivia los pesares, iluminando nuestro ser interior. La ilusión es, entonces, acudir a la selva de los reencuentros, descubriéndose mutuamente con cada mirada y cada palabra, hallar al despertar el hilo plateado de aquellos sueños, de compartir las fantasías. La vida esconde las pasiones, excepcionalmente las descubrimos lozanas. Cuando cada palabra la deseamos interiormente con alborozo es cuando la vida tiene sentido y ya no estamos solos.
En otra parte:
Compañía, unión, complicidad, necesidad de sueños: qué hermosa e inmortal definición de esa cosa extraña llamada "amor". Porque el amor surge en el sendero de la vida de manera inesperada; no es una quimera, es la concreción de los sueños. Dos manos unidas en una misma ilusión vital, cómplice de las fantasías apasionadas que no se resignan a la soledad y pugnan por romper la gris relidad cotidiana.
Y así... aparece un radiante día lleno de promesas. Reencontrarse es la clave del amor
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