LA LLAVE ENIGMÁTICA

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Aquel día a primera hora de la tarde llegué a mi vieja casa de  planta baja en la que llevo viviendo desde mi más tierna infancia, donde en ella había un operario de la electricidad subido en una alta escalera apoyada en su fachada arreglando una farola que había allí. Abrí el portal con mi plateada y pequeña llave; me adentré en su interior, y  seguidamente me dirigí a la sala de estar que es una espaciosa dependencia con un piano que hay en un extremo de la misma y colgado en la pared encima del instrumento y presidiendo dicho lugar hay  un cuadro al óleo en el que está plasmada la figura de mi madre. Me acomodé en un sillón y me puse a leer un libro.

Tras el almuerzo, hurgué casualmente en el bolsillo de mi pantalón y tuve  un sobresalto al comprobar que mi llave había desaparecido.."Bueno, se me habrá caído del bolsillo mientras leía en la sala" - me dije- Así que fui enseguida a aquella dependencia de la casa y busqué a fondo .en los recovecos del asiento en el que habia estado antes, pero sin ningún resultado. Contrariado regresé al comedor y llevé a cabo la misma operación. Busqué a fondo por entre los pliegues de la funda que cubría el sillón en el que me suelo sentar para ver la televisión; pues muchas veces la llave se escurre del bolsillo como si fuese una pequeña culebra y va a parar en las interioridades del mueble, o en el suelo, o en algún rincón de aquel lugar; pues era  como si ésta jugara al escondite conmigo; o el objeto en cuestión estuviera predestinado a deshacerse de mi. En otras ocasiones yo había salido a la calle y al regresar a mi domicilio nuevamente la llave se me había extraviado del bolsillo, por lo que tenía que llamar a una vecina amiga para que avisara a mi mujer con su móvil para que me abriera la puerta dado que yo no llevaba aquel aparato encima. Al entrar en mi casa la llave estaba a primera vista en cualquier parte como aguardando mi presencia cual perrito faldero a la espera de su amo. Sin embargo en aquella ocasión la dichosa llave no aparecía por ningún lado. "No puede ser. Yo he entrado en la casa con mi llave y en algún sitio tiene que estar" - volví a pensar ahora desconcertado-.Me dirigí a la cocina, al baño que está situado en un patio interior pero todo fue en vano. La llave de mi casa se había esfumado como por arte de magia.

Entonces recordé algo singular que en su día me llamó la atención. Cuando compré la llave, me la dieron atada a un llavero, pero un buen día éste se desprendió de su dueña y al intenar a volverlo a ensamblar con ésta el llavero se cayó al suelo y estuvo rodando un par de segundos sobre sí mismo sobre una baldosa.. En el acto yo le puse el pie encima con el propósito de que no rodara aleatoriamente por la estancia, pero grande fue mi sorpresa que cuando levanté el pie, aquel pequeño objeto metálico se había perdido sin dejar rastro. Miré a conciencia por debajo de los asientos, por todos  los rincones del comedor pero todo fue inútil. Aquel tosco adorno había desaparecido.misteriosamente. ¿Es que en mi casa había pequeños "Agujeros Negros" que conectaban con otras dimensiones? - me pregunté yo.

Cuando mi mujer, que es una fémina morena y delgada se despertó de la siesta y se dirigió al comedor, me vio a mí  buscando como un desesperado por enésima vez la maldita llave.

-¿Qué buscas? - me preguntó.

Se lo conté en pocas palabras, y ella que presume de tener un ojo avizor; una vivacidad superior a la mía colaboró en la búsqueda del objeto perdido pero fracasó en el intento.

- ¿Y no tendrás los bolsillos del pantalón agujeredados? - inqurió.

No, no los tenía.

-  No cabe otra explicación que tú has salido a la calle y te has dejado la llave en el cerrojo. Ha pasado alguien y la ha cogido - me dijo ella..

- Pues no. No he salido para nada. Cuando he llegado a casa, me he sentado en el sillón y me he puesto a leer. No he hecho otra cosa. Esta es la verdad. - repliqué yo.

- ¡Sí, sí que has salido...! Hemos buscado por todas partes y la llave no aparece. Esto es que has salido y te has dejado la llave en el cerrojo - insistió ella. Pues mi mujer tenía que hacerme sentir culpable de lo sucedido como fuese.

- ¿Ah si? ¿Y a dónde he ido según tú? - inquirí yo algo picado.

- A comprar lo que sea en la tienda de los pakistaníes que hay en el Paseo Central. Siempre vas allí a comprar refrescos, cosas; a gastar dinero- me dijo acusándome de un modo implícito de ser un tipo caprichoso.

- Me tratas como si fuese un sospechoso de algún delito doméstico.. ¡No he ido a comprar nada! ¡No he salido para nada! ¿Cómo te lo tengo que decir? - exclame yo molesto por el interrogatorio.

- Pues ya me dirás... - expresó ella escéptica. Pues era evidente que no se fiaba de mi.

- Pensemos con lógica - dije yo tratando de que reflexionara-. Supongamos que efectivamente yo he salido a la calle por segunda vez, y posteriormente he vuelto a entrar en la casa. Si me he dejado la llave en el cerrojo de la puerta mientras estaba afuera y alguien la ha cogido es evidente que yo no he podido entrar en la vivienda atravesando la puerta, puesto que yo si salgo siempre cierro la casa con llave y me la guardo en el bolsillo del pantalón, para que no se cuele nadie dentro ¿no crees? - dije yo con cierta sorna-. Además, por esta pequeña calle a esta hora de la tarde apenas pasa gente. Es un argumento muy pobre que en dos minutos haya pasado algún transeunte y haya cogido la llave. Es posible, porque en la vida todo es posible, pero es una teoría muy forzada.

No le dije nada sobre el llavero extraviado de una manera tan inaudita; tal vez perdido  en algún "Agujero Negro" dimensional en la vieja casa, ya que ella me hubiese tomado por loco. Aunque a nadie se le escapa que en la Naturaleza hay insondables misterios aún por resolver.

Al dia siguiente no hubo otro remedio que volver a la ferretería y comprar otra llave similar a la anteror. Pero ¿seguiría ésta última el mismo extraño recorrido que su predecesora?

                                                                          FRANCESC MIRALLES 

 

 


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