Viaje en avión

El vuelo sale puntual y sin problemas. Al poco de comenzar el viaje el avión parece turbulencias. Delante una familia, separada por el pasillo interior. Ella agacha la cabeza, cubre los ojos con las dos manos. El hombre la mira desde el otro lado; no hay ni un rasgo o gesto de reproche; el niño a su lado tiene mirada preocupada y parece no entender la reacción de su madre. Ella mueve la cabeza ligeramente. Miró con más atención y observo que está llorando, presa del pánico.
Me conmuevo hasta las lágrimas. Estas reacciones humanas, estas profundas emociones me hacen recuperar la fe en el género humano. La esperanza, fruto de esta secuencia de desamparo casi infantil, que me embarga, me hace sentir mejor conmigo mismo. 
La solidaridad es parte de nuestro comportamiento. Ha constituido una firme base para conseguir que nuestra frágil y débil especie pudiera sobrevivir en el inhóspito mundo al que se enfrentaba. Sin esa fraternidad de debilidad comunitaria, me digo, en contra de los defensores del modelo de "lucha de todos contra todos", seguiríamos librando una quizá perdida batalla contra los depredadores africanos y los duros elementos atmosféricos, de un planeta no tan benevolente como nos quieren hacer creer los logros científicos y tecnológicos de un sistema basado en el estímulo de la codicia y el egoísmo.
Cuando termino esa reflexión, descubrí que en mi interior yo también he pasado miedo.