Sin darse uno cuenta pasada nuestra adolescencia tendemos a edificar un edificio plano y feo, de estructuras básicas. A veces lo llenamos de cosas y más cosas sin saber bien, sin saber a fondo para qué acumulamos un caparazón tan pesado y reducimos nuestra capacidad para caminar. Porque la vida es caminar, es sendero, y se puede hacer camino con poco más que una mochila.
Una amiga dice que hay que excitarse con cada palabra, con cada gesto, con cada caricia. Pide tallar los sueños..¡Cuánta razón! Vivir sin sueños es no existir. Tallamos sueños con un instrumento básico, el amor compartido, mutuo, respetuoso. Si la vida nos conduce a un planeta-jardín donde podemos sentir y vamos de la mano, efectivamente, no hay que temer a los naufragios. Aunque haya incomprensión e intolerancia; si otros ponen cancelas, herraduras a los caballos, puertas al mar, techo al firmamento; si no ven las estrellas, no sienten el viento fresco, no disfrutan de la caricia del agua, no sienten el estremecimiento de cada reencuentro... no hay que hacer caso, basta con saber que estás conmigo, que estoy contigo, que nos vinculó la vida. Gocemos de los atardeceres bellos, de la belleza del arte, de cada palabra que escribimos sintiéndonos. Extasiémonos con el baile de las auroras boreales, con el canto de las aves, el navegar de los delfines, el paso sereno de los elefantes, la mirada sorprendida de los niños, la furia de los volcanes, el tacto de la piel desnuda sobre la nieve, la tarde de lluvia que nos encoge el corazón.
Soy libre porque tú eres libre. Soy playa porque tú eres olas. Somos polvo de estrellas porque salimos de las entrañas del Sol. Soy luna porque tú eres Tierra. Extiendo mis alas de mariposa porque tú brisa me hace volar. Estación Termini. Soltemos el timón y que la madre marea nos conduzca al paraíso que nos tenía reservada la vida.
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