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El pope James subió a la grupa de su caballo de piedra y hierro emprendiendo el vuelo. Desde lo alto del firmamento, con su rostro circunspecto, recorría el orbe impartiendo bendiciones, otorgando bulas y decretando excomuniones. En eso, su penco dio un giro y cayó de la cama al suelo, despertando de su sueño con un gran dolor en su trasero.
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