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Ni mucho menos que dejar resbalar lagrimones ni jeremiadas sobre el siempre añorado pasado; sencillamente una reflexión sobre las realidades de nuestro tiempo, en general más positivo que el lóbrego pasado. Lo que no impide centrarse en algunas carencias comparativas.
Sin tratar de profundizar, se podría calificar a los intelectuales como aquellas personas que tratan de descubrir las causas de la realidad circundante, estudiar qué ocurre y cómo ocurren los hechos, así como plantearse la mejor forma de influir en aquellas situaciones cuyos efectos sean negativos y la manera de hacerlos positivos.
En cierta manera, los antiguos filósofos de la antigüedad en Grecia son los antepasados de los intelectuales, particularmente los filósofos de los siglos XVIII al XX. De los últimos parte la consideración del llamado papel del intelectual, de su compromiso con la sociedad de su tiempo.
Los intelectuales han jugado un papel clave (por el que han sufrido persecuciones, represiones, exilios, cárcel y muerte) en la crítica y la denuncia de situaciones de injusticia social; también en la proposición de cambios y transformaciones en el ámbito de las relaciones entre las personas o en los modos de entender el mundo y abrir el pensamiento. A ellos debemos el desarrollo del conocimiento, la emancipación de las ideas del medievalismo, el misticismo, el encadenamiento metafísico, el moderno método analítico, la ciencia y el desarrollo de la tecnología actual.
De aquellos intelectuales comprometidos, hoy no queda prácticamente, por razones biológicas, ninguno; tampoco se puede destacar prácticamente a ninguno en la actualidad, aunque si miramos con atención al hiperconectado mundo contemporáneo, y las casi inabarcables fuentes de acceso al conocimiento a nivel global, y sus múltiples manifestaciones, veremos que la pluralidad ha sustituido en buena parte a la necesidad de individualidades destacadas..
Aun así, lo insustituible es ese compromiso al que aludía más arriba; el compromiso personal con la formación intelectual de cada una, la transmisión honesta y cabal del conocimiento, el esfuerzo para aportar la visión individual con el fin de afrontar los retos que se plantean ante la sociedad humana, por modesta o poco relevante que sea ese enfoque personal.
En eso, a las formas de la llamada inteligencia artificial, todavía le quedan décadas de desarrollo antes de ocupar el papel orientador de la intelectualidad.
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