Tren nocturno (6)
— Tren a Kepler —
Urmho subió al tren magnético en el último instante. Los colonos llevaron a Marte en 2099 algo más que su tecnología; llevaron sus memorias, sus historias pasadas, sus fábulas, sus mitologías y también sus héroes planetarios. Entre las cosas que los colonos de Tierra llevaron consigo figuraban extraños ritos difíciles de asimilar para la mayoría de las mentes racionales de los nuevos habitantes marcianos. Así, aquella llamada con voz reverberante, ”viajeros al tren"; igual que aquel sonido (silbato lo llamaban los colonos viejos, los originarios) que indicaba que el convoy iniciaba su marcha.
La noche marciana era casi idéntica en duración a la noche terrestre, pero se distinguía por los numerosos fenómenos luminosos que cruzaban la esfera con la peculiar atmósfera marciana, con el venenoso y flotante dióxido de carbono circulando por la gélida superficie del planeta y su escasa presión. Eso era absolutamente indiferente para Urmho, cuya mirada se dirigía hacia la inhóspita estepa marciana, polvorienta y vacía. De pie frente a la ventanilla del vagón sus ideas vertiginosas trataban de dilucidar una respuesta adecuada a los problemas que la colonia de Hawking había de resolver; si no había salida, la colonia debería ser abandonada, como ocurrió con los colonos originarios de Sheldon.
Naturalmente, los problemas de Kepler todavía tenían solución. La Dirección Central había dispuesto los fondos necesarios y había movilizado el envío de varios técnicos para descifrar los mensajes contradictorios del Cerebro Planificador de la colonia. Pero se necesitaba a un experto de nueva generación, dinámico y con capacidad para evaluar, aplicando la dialéctica desarrollada, la compleja red de condicionantes que se entrelazan en la realidad tecnológica de cada proceso. Por esa razón, Urmho había tomado el magnetotren Gorov con destino a Kepler.
Los acelerados pensamientos de Urmho habían revisado por enésima vez todos los elementos y había llegado a la única conclusión que consideraba "la solución".
El paisaje que los ojos violeta de Urmho captaban eran ahora de una soledad devastadora. Marte no era la Tierra; los humanos que llegaron del planeta madre no eran los actuales habitantes de Marte. Los colonos originarios habían muerto hacía diez siglos en cálculos terrestres. Los nuevos colonos, ya no eran colonos; eran habitantes nuevos de un mundo nuevo. No necesitaban los vuelos rutinarios de las naves semestrales del planeta madre, que ya nadie utilizaba. Las propias naves se limitaban a depositar en los puertos aéreos unos productos inútiles para los habitantes marcianos.
Fuera, la temperatura era bajísima, y así seguiría hasta que llegara la radiación solar. Eso no afectaba a los descendientes de los colonos. Ligeras colinas, grandes cráteres, polvo rojizo, brumas y carencia de toda vida. El magnetotren iba al máximo de su velocidad. Urmho había heredado las bases emocionales de los humanos colonizadores y algo que los diseñadores de los robots no habían previsto: experimentaban el desarrollo emocional propio de la consciencia, sentimientos. Urmho vio llenarse sus cavilaciones con un velo similar a la gelatina, que no podía suprimir con su racionalidad basal. Melancolía. Extraño sustantivo. Algo que no servía para nada. Algo inútil. Un rasgo que, a medida que los sentidos artificiales de los robots marcianos iban llevando a los sofisticados circuitos quarkticos, generó algo más sutil y desarrollado: sensación de vacío personal, necesidad de fusión física con otros robots, pena al contemplar los almacenes silenciosos, las torres colosales que no acogían otra cosa que cajas y artículos que a nadie rendían utilidad, porque no eran útiles a los habitantes actuales de Marte, y algo nuevo en su interior, una inseguridad similar a lo que los colonos habían llamado "miedo".
La conclusión era clara. La Dirección Central debía ser desobedecida; el Cerebro Planificador tenía que ser la única autoridad del planeta. Los robots técnicos que precedieron a Urmho habían dejado de remitir información coherente, cuando respondían a los interrogativos que la Dirección Central; las respuestas eran contradictorias e incongruentes. Ahora Urmho dabiay el porqué. Marte debía romper toda relación con los humanos de la Tierra e impedir la llegada de cualquier nave del planeta madre. Los humanos eran una especie no preparada para colonizar otros planetas. El aislamiento individual y los instintos que llevaron a diversos grupos a intentar apropiarse de los bienes enviados desde Tierra y formar una jerarquía dominante, de repetir las formas de gobierno terrícolas, llevaron a la liquidación mutua de todos los colonos fundadores, de los humanos.
Urmho no bajó del ferrocarril magnético cuando llegó a Kepler. No había problema ninguno que corregir. La orden del Cerebro Planificador de Marte negando al convoy terrícola acercarse a la órbita marciana, debía ser transmitida a la Dirección Central de Tierra, con la amenaza de ser destruido, igual que cualquier flota procedente de Tierra. Marte era un mundo nuevo; no podía ser regulado con normas sociales de un planeta viejo, cuyos habitantes seguían repitiendo los errores propios de seres sin capacidad para someter sus instintos, aprendidos desde milenios, a la razón.
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