Merecidas vacaciones 1 - En el hotel

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Como había tenido que venir a esta ciudad costera por el seminario que empezó el lunes y termino el viernes, decidí aprovechar y extender mi estadía por el fin de semana, una especie de vacaciones low cost, pagando unos pesos me podía quedar en este hermoso frente la mar. Si bien en la semana había podido disfrutar la ciudad y de salidas nocturnas, no podía excederme, al otro día tenía que reunirme con algunos de mis jefes y varios ejecutivos, no daba para perder mi imagen. Mi vida pública era intachable y mi vida privada era puro fuego, quien conociera una jamás podría imaginar la otra y yo me esforzaba mucho para que esto siga así, tanto que solo un puñado de amigas tenían alguna idea de las dos. Pero ahora estaba en un lugar donde nadie me conocía y era poco probable que algún día volviera.

Entonces me dije que esta era mi oportunidad de sacarle provecho a esta situación, sacar a la chica perversa que vivía dentro de mí y no había podido disfrutar, era sábado y mañana me iba, tenía que comenzar ya.

Mi cuarto en el hotel era la 1024, era un cuarto modesto, pero no estaba mal, una habitación con una cama muy cómoda con baño en suite y un televisor, al que se accedía a través de una especie de sala pequeña con un par de sillones, donde estaba lo mejor de todo, un gran ventanal de frente a la playa, como estaba en el piso 10, el océano parecía entrar directo en la habitación. Tras el ventanal, un pequeño balcón con laterales de madera con algunas plantas que evitaban el contacto directo con los vecinos y la branda del frente era de vidrio para no obstruir aquella impresionante vista. A mi derecha había una habitación, pero no a la izquierda ya que la mía era la última de pasillo.

Estaba para disfrutar así que esa mañana desayuné en mi cama y luego comencé mi último fin de semana en ese lugar. Fui a la playa, pero primero compré un bikini, el más pequeña que encontré, como no había tomado nada de sol aun, no había marcas delatoras. En la playa recibí algunos halagos, las miradas de los chicos y los señores y el fastidio de las señoras. Yo buscaba ponerme en posiciones que me expusiera como si fuera casual, el sentirme deseada me cachondeaba.

Volví al hotel como estaba en la playa, solo que me había puesto en la cintura un pareo para que no me dijeran nada en la entrada, pero si fuera por mi hubiera entrada desnuda, realmente me excitaba sus miradas. Entre al hall junto con una familia, una pareja de unos cuarenta y pico con su hijo que yo creo que rondaba los 17 años de edad. Sentí sus ojos clavados en mí, como si intentara sacarme la ropa, que poco dejaba a la imaginación. El padre fue un poco más disimulado, los padres fueron directo al restaurant y chico me siguió al ascensor.

Presioné el 10 y él el 11, fue ahí cuando me di cuenta que era la familia de extranjeros que escuchaba desde mi balcón, si tomamos como referencia mi habitación, la de ellos estaba arriba a la derecha, de hecho, lo único que impedía ver mi balcón desde el suyo eran unas plantitas ralas. Lo que duró el viaje hasta mi piso no quitó sus ojos de mi cola, su pantalón no podía ocultar cuanto le gustó, a mi esa situación me calentaba. La entrar a mi habitación pensé que ese chico no tenía experiencias sexuales y era fácil adivinar sus pasos, fui al balcón para corrobóralo, yo tenía razón, estaba ahí, intentando disimular su presencia entres las plantas mustias, hice como si no lo hubiera notado, me saque el pareo y lo puse en el suelo del balcón, me acosté de espalda como si estuviera tomando el sol, no podía verlo, pero sabía que estaba ahí. Luego me di vuelta, podía ver su cara entre las hojas y empecé a tocar mi cuerpo. Acaricie suavemente mis pechos que ya estaban duros como un diamante, mis manos continuaron bajando y le dieron todo un espectáculo visual y sonoro, él lo disfruto y podía sentir como se masturbaba, lo cual a mí me excitaba más y más. Por lo que pude ver no duro más de 1 minuto, luego saco el teléfono y me filmo mientras yo tenía todos mis orgasmos, seguro seria su inspiración en sus idas al baño en Europa.

No podía más, así que me quite el diminuto traje de baño y pedí servicio a la habitación, creí que podía tener suerte con quien me llevara la comida, pero la chica que vino no vio de buena manera que la recibiera totalmente desnuda. Me masturbé hasta calmar mis ansias, después comí y dormí una siesta, esa noche no iba a ser una noche más. Me habían comentado de unas fiestas que se ponían muy bien, así que me maquillé y me vestí para la ocasión, esta noche era mi noche.

 Cuando me dispongo a bajar se abren las puertas del ascensor, entre otra gente se encontraba mis vecinos, la familia extranjera, cuando el chico me vio se puso de todos los colores, con disimulo le sonreí, el bajo la mirada y yo me pare de espalda a él, justo en frente, el ascensor paro en el piso 8 y subió una pareja, yo di un paso atrás, lo suficiente como para generar algún roce casual con el movimiento natural del elevador. Parada en piso 4, se suben 5 personas más y yo doy otro paso atrás, su pene, duro ya, se incrusta entre mis nalgas, siento como su respiración aumenta con los movimientos del ascensor, que yo exagero disimuladamente. Una nueva parada en el piso 2, su entrepierna es una roca. Llegamos al lobby del hotel, siento un pequeño gemido, casi imperceptible, yo me bajo y por el espejo veo su traspiración. ¡Lo hice de nuevo! La sensación de poder me encendía. No fue por su pene, pequeño y breve, que me moje, no, fue la idea de hacer acabar al alguien varias veces, aunque sea un completo inexperto, con solo verme o con un roce, me hacía sentir todo poderosa. Había vencido y doblegado a aquel niño, ahora necesitaba conseguir un oponente más digno, alguien que me pueda dar batalla.


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