Merecidas vacaciones 3 - En el apartamento

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El auto se detuvo frente al edificio, no quise vestirme, la entrada era un jardín muy iluminado, yo caminé hasta la puerta, como si fuera una prostituta desfilando para ellos y todos lo que estuvieran viendo. Entramos y les quité la ropa a los tres, lo que vi me gusto, tres muchacho robustos y bien dotados. Mi boca, mi lengua, mis manos los desea, mi entrepierna estaba completamente mojada. Los besos y las carisias continuaron. Nunca tantas manos habían tocado mi piel al mismo tiempo y no hubo rincón de mi cuerpo que no recorriera, yo estaba completamente extasiada y me entregue por completo. Estaba de rodilla frente a ellos y metí una verga en mi boca mientras acariciaba las otras dos, la saqué de mi boca y la comencé a lamer, lentamente, desde los huevos hasta la punta. Podía sentir como se ponían más y más duras. Andrés también quería lo mismo, me tomo de la cabeza y acerco su hermoso pene y enseguida se unió el de Miguel. Supe que no era la primera vez que lo hacían, no había vergüenza entre sus roces, no los evitaban. Tome por el tronco dos y las metí en la boca, intente meter también la otra, pero fue inútil. Juan sonrió y dijo “tranquila, hay tiempo” fue por detrás de mí y penetro mi vagina, estaba tan húmeda que no opuso ninguna resistencia. Saco su pene, metió sus dedos y utilizo mi abundante flujo para lubricar mi ano.

Primero Miguel acabo en mi cara y se sentó a mirar como sus amigos me hacían gozar como una zorra, sin dejar de mirarlo lamí el semen que estaba al alcance de mi lengua y el resto lo llevé a mi boca con mi mano. Estaba encima de Juan y Andrés estaba detrás, dándole muy fuerte a mi culo y se vino en mi espalda. Sentía correr el semen entre mis nalgas y vi que Miguel estaba de nuevo en el juego y sin mediar palabra metió su verga gruesa y dura en mi boca, lo tomé por las nalgas y la metí tan adentro como pude mientras mi lengua intentaba alcanzar sus huevos. Sin que ninguno saliera de mí, me dieron vuelta, Juan la saco, se acercó y con la mano lo hice acabar en mis tetas. El olor de nuestras transpiraciones se mesclaba con el olor del semen y me embriagaba. Ellos estaban por todos lados, a veces se turnaban, a veces envestían al mismo tiempo, a veces en sitios distintos y a veces compartían lugar. Ya no sabía quién estaba en donde, mis orgasmos se sucedieron uno tras otro durante horas hasta que ya no pudieron más. Ahora si había sido vencida de manera humillante, había sido aplastada en mi juego.

Terminé de enjabonarme salí de la ducha y me dije “unas vacaciones así necesito”.


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