Miedo a las agujas

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     Erase una vez un varón que tenía miedo de las agujas. Pensándolo bien, aquello, a su edad, no tenía mucho sentido. ¿Acaso se había enfrentado a una aguja recientemente?

No, la respuesta era no. 

        Lo más parecido a un picotazo que había experimentado en los últimos veinte años había sido la picadura de un mosquito hembra. Y eso era distinto. Por supuesto que hubiera preferido evitar la picadura del insecto, después de todo a él no le importaba que el bicho necesitase sangre para alimentar a sus larvas, la "mosquita" no era de su especie, ni siquiera era su mascota. Además, a él no le asustaban las picaduras de los mosquitos, si no otras de origen más artificial.

      El origen de su fobia, como muchas otros miedos, lo podemos encontrar en su niñez. Eran otros tiempos y los catarros fuertes y las fiebres se combatían con inyecciones. Todavía tenía fresca en su memoria las visitas de Don Luis, el practicante. Aunque la tos era incómoda y las fuerzas le fallaban, siempre montaba el numerito de esconderse tras las cortinas de la habitación ¡qué  ingenuo! ¡cómo si no fueran a encontrarle! La resistencia no duraba mucho y su madre, con la ayuda de su hermana mayor, lograban retenerle dejando sus, por entonces jóvenes nalgas, a merced del practicante que le pinchaba sin compasión alguna.

     Después de eso había habido una vez, de joven, por motivo de un viaje a África. Las vacunas, en este caso, se administraron en el brazo. Y creo que, sí, también otra más, con veintitrés, la antitetánica administrada en una farmacia.

    Aquella dolía.

    Pero todo en esta vida es relativo y un buen día, el hombre, se encontró de cara y sin esperarlo con algo más serio. De un día para otro, los pequeños dramas de la vida pasaron a un segundo plano. De repente ya no era tan importante llevar la razón en una discusión, de repente, las prioridades cambiaron.

       Lo que aconteció es muy simple de explicar. Siendo aficionado al deporte, un día salió a correr y cuando llevaba menos de un kilómetro de esfuerzo se paró. La sensación era nueva, extraña,  algo le impedía seguir. Pasados unos minutos lo intentó de nuevo, un kilómetro más y otra vez el hormigueo en los brazos.

     Por supuesto, aquel día se engañó a si mismo y culpó al calor, a la comida, a si mismo.


       Dos días después el episodio se repitió. Y cuando le ocurrió por tercera vez, decidió ir al médico. Se sentía bien en reposo y las pruebas fueron negativas, claro, el tenía salud, ¿por qué no iba a tenerla?

- Y bien doctor, entonces todo ok.
- Sí, no veo nada raro pero...

    Tiempo después recordaría aquel "pero" con una mezcla de miedo y providencia. Su vida cambió aquel día.

   "Pero mejor vaya a este sitio y que le hagan más pruebas."

     Rodeado de gente que había perdido la salud, por primera vez en su vida se encontró en un hospital. Allí no se hablaba de vanas discusiones políticas, allí no se miraba con envidia el video de una influencer quejándose de que el tren que la llevaba a la playa se había retrasado una hora... allí no se perdía el tiempo con traumas estúpidos y vacios.

     De pronto, lo único que quería era que aquellos mujeres y hombres de blanco encontrasen lo que le pasaba. De pronto, no una ni dos, si no muchas más agujas se clavaron en su brazo, su muñeca, su tripa, su nalga. Algunas escocían, otras eran molestas y las había que daban respeto. Pero el hombre no pensaba en ello, el solo quería saber.

    Prueba tras prueba la palabra "normal" le terminó llenando con un rayo de esperanza... la última prueba antes de ir a casa, ¿falsa alarma? la espera por el informe del doctor y la noticia. Por fin lo habían encontrado. Era curable, lo habían cogido a tiempo pero...

 
     Otro "pero" más. Pero la vida, su vida ya no volvería a ser la misma y el deporte muy medido y la comida especial y un nuevo mundo de cuidados y pastillas y chequeos regulares se pintaba en el incierto horizonte.


    La salud es un regalo, igual que la vida y todo lo que importa. Si la tienes conservala, si esto no es posible, al menos disfrútala y no pierdas el tiempo en pequeñas e insignificantes discusiones y problemas que muchas veces creamos nosotros mismos.

P.D: El respeto también es importante en nuestro día a día. El hombre se encontró con mucha gente en el hospital trabajando por los que allí estaban. Encontró médicos amables, médicos prepotentes,médicos... bueno, los médicos que sean buenos médicos y curen y luego si ya son simpáticos mejor. Había también enfermeros y hombres y mujeres con distintos trabajos... unos majísimos, otros cuyo caracter tapaba la poca luz del sol de los pacientes. ¿Tanto cuesta una sonrisa? ¿Tanto cuesta conseguir una palabra de ánimo? 


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