¡Y Se Atrevieron a Ser Felices!

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En la oficina de diseño gráfico de la empresa Creativa, las horas se deslizaban suavemente entre bocetos y cafés. Allí, Laura y Javier compartían no solo el mismo espacio, sino también una conexión sutil que iba mucho más allá de lo profesional. Había algo en su relación que desbordaba la camaradería habitual, pero ni Laura ni Javier habían sido capaces de ponerle nombre. Había transcurrido ya casi dos años desde que sus caminos se cruzaron en aquel primer proyecto conjunto, y durante todo ese tiempo, el afecto y la complicidad entre ellos se habían tejido con la misma meticulosidad que sus diseños.

Laura, una mujer de cabello oscuro y mirada profunda, tenía un magnetismo que no pasaba desapercibido. Su forma de ser, su risa contagiosa y su habilidad para captar detalles en cada proyecto habían hecho que Javier se sintiera atraído desde el principio. Javier, con sus ojos claros y su sonrisa encantadora, encontraba en Laura una fuente constante de inspiración y apoyo. Sin embargo, ninguno de los dos había sido capaz de confesar lo que sentía realmente. La incertidumbre y el miedo al rechazo habían mantenido a raya sus sentimientos, a pesar de que a veces parecían estar a un suspiro de revelarse.

Un viernes por la tarde, la empresa organizó una fiesta para celebrar el lanzamiento de una nueva línea de productos. Era un evento elegante, con luces tenues y música suave, y Laura y Javier llegaron juntos, disfrutando de la ocasión y de la compañía mutua. La fiesta transcurrió con normalidad, entre charlas y brindis, pero para Laura y Javier, el tiempo parecía acelerarse de manera caprichosa. Entre los juegos de luces y las risas, había una tensión palpable que ninguno de los dos podía ignorar.

A medida que avanzaba la noche, Laura se dio cuenta de que no podía dejar de observar a Javier. Él estaba rodeado de colegas, pero su atención parecía siempre volver a ella. En un momento dado, Javier se acercó y le dijo al oído: "¿Te gustaría dar una vuelta afuera? Creo que necesitamos un poco de aire fresco."

Laura asintió, y salieron al jardín trasero, donde la brisa nocturna se sentía refrescante y el silencio ofrecía un respiro de la música y las voces. Caminaron por el sendero, alejándose un poco del bullicio de la fiesta, y se detuvieron junto a un banco de madera. La noche estaba estrellada, y el cielo parecía un lienzo infinito de posibilidades.

"Siempre me ha gustado este lugar," dijo Laura, mirando las estrellas. "Es como si el mundo fuera más pequeño aquí fuera."

Javier sonrió y se inclinó un poco hacia ella. "Sí, es tranquilo. Ideal para hablar sin distracciones."

Ambos se sentaron en el banco, y la conversación fluyó con naturalidad. Hablaron de recuerdos, sueños y temores, temas que solían compartir en la oficina pero que ahora parecían tener una profundidad diferente. Laura notó cómo la mirada de Javier se suavizaba, y su risa, siempre tan contagiosa, parecía más sincera en ese momento.

De repente, Javier tomó la mano de Laura con una mezcla de determinación y timidez. La cálida sensación de su mano en la de Laura hizo que el corazón de ella diera un salto. Miraron sus manos entrelazadas y, por primera vez, Laura sintió que algo había cambiado en la dinámica entre ellos.

Javier, con la voz temblando ligeramente, dijo: "Laura, hay algo que he querido decirte desde hace tiempo, pero siempre he tenido miedo de arruinar lo que tenemos."

Laura lo miró a los ojos, su respiración entrecortada. "Yo también he sentido lo mismo," admitió. "Pero nunca supe si tú sentías lo mismo."

Un silencio se hizo entre ellos, lleno de una expectación silenciosa. El tiempo parecía detenerse mientras sus miradas se mantenían fijas. Finalmente, Javier se inclinó hacia adelante, y Laura lo siguió, sus corazones latiendo al unísono. Sus labios se encontraron en un beso suave, pero cargado de todo el afecto que se había acumulado durante esos dos años.

El beso fue breve, pero suficiente para sellar lo que ambos habían estado esperando. Cuando se separaron, se miraron con una mezcla de alegría y alivio. Las inseguridades y los miedos parecían desvanecerse, reemplazados por una comprensión y un compromiso mutuo.

"¿Y ahora qué?" preguntó Laura con una sonrisa tímida.

Javier se rió suavemente, tomando nuevamente la mano de Laura. "Ahora, creo que solo tenemos que ver a dónde nos lleva esto. Y lo enfrentaremos juntos."

Regresaron al jardín de la fiesta, sus manos entrelazadas y sus corazones más ligeros. La noche parecía aún más mágica a medida que se acercaban a sus compañeros de trabajo. Había algo nuevo en el aire, una promesa implícita en cada paso que daban juntos.

La fiesta terminó, y Laura y Javier se despidieron de sus colegas con una nueva complicidad. Se dirigieron hacia el coche, y mientras conducían hacia casa, el silencio del vehículo estaba cargado de un entendimiento profundo. Se miraron de vez en cuando, sonriendo y disfrutando del nuevo significado de su cercanía.

A partir de ese momento, sus vidas cambiaron de manera sutil pero significativa. La relación entre Laura y Javier se volvió más abierta, honesta y llena de cariño. A pesar de las inevitables dificultades y desafíos que la vida les presentaría, el descubrimiento de sus sentimientos mutuos se convirtió en un ancla sólida que los mantenía unidos.

El amor entre ellos floreció en el espacio que habían creado juntos, un espacio lleno de confianza y alegría. Cada día se convirtió en una nueva aventura compartida, y mientras miraban hacia el futuro, sabían que lo enfrentarían juntos, con el mismo amor y dedicación que habían encontrado en aquella mágica noche bajo las estrellas.


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