Yendo a una despedida como una señora casada - Parte III y Final

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. La novia, Rocío, fue la siguiente en llegar. La miré con incredulidad, ya que no pensaba que le fuera infiel a su prometido, incluso si fuera una fiesta. En ese momento, ya me daría cuenta de que mis principios morales eran muy conservadores.

Le grité: "¡Rocío, no!", pero las demás chicas la animaron a pasar.

Rocío se quitó la falda y el calzón sin pensarlo; pudimos notar que estaba húmedo, lo cual no me sorprendió porque, a pesar de todo, mi tanga también estaba húmeda. Nuria se acercó a Rocío y le quitó la blusa y el sostén, revelando sus diminutos senos, que parecían limones.

Rocío se adaptó rápidamente a la verga del Capitán, y a pesar de que no era su primera experiencia, desde el principio se notó que carecía de práctica. Se notaba que el Capitán sabía que era la novia, ya que desde el principio le brindó un trato especial, levantando las piernas para colocarlas en sus hombros y contoneando sus caderas. Ella estaba indefensa ante esta situación; el semental logró que ella se viniera cada minuto, masajeando su clítoris con sus dedos y atacándola sin piedad. El Capitán sacó de la vagina húmeda de Rocío su miembro erguido como una roca; luego, con un velo de novia que Jenny le pasó, se puso junto a ella para que tomaran una foto. No entendía cómo mi amiga se había degradado así antes de casarse.

En ese momento, alguien gritó atrás: -¡Carol!...¡Que pase Carol! Me puse de pie como un resorte y, al ver que algunas de mis amigas se acercaban, comencé a dirigirme hacia la cocina con la intención de salir de la sala.

-No, ¡que! ¡yo no!-les dije, asustada. -¡Vamos Carol, tú puedes con él!- dijo Jessica, con evidentes signos de ebriedad, ya estás casada y tienes práctica.

- Oh, no, no. Mi intento de caminar hacia la cocina fue obstaculizado por las invitadas, las cuales me impidieron avanzar más de metro y medio del sillón donde antes estaba sentada.

Rocío se levantó del sillón y dijo: "No seas aguada, Carol; eres la única que falta..."

Sentí las manos de Nuria, la señora, entrar por debajo de mis brazos, para desabrochar mi blusa, puse las manos sobre las de ellas para impedirlo y fue cuando aprovecharon para bajarme la falda y la tanga, ya que no tenía forma de evitarlo, las demás me habían tomado de las manos.

Yo gritaba desesperada, sin éxito, porque ellas me desvistieron rápidamente, a pesar de mis esfuerzos por zafarme.

-¡Bueno, bueno!...-dije yo finalmente, ante la imposibilidad de escabullirme. Me sentía acorralada y las miradas de todas las personas sobre mí me pesaban mucho; poco a poco me soltaban, mientras caminaba despacio hacia el centro de la sala, donde el Capitán Frío alargaba sus brazos para recibirme. Me acerqué a él con dificultad, mientras las manos de las demás mujeres me empujaban. Encima de su descomunal miembro, que pude apreciar lleno de fluidos de las mujeres a las que había penetrado en el pasado, me obligaron a colocarme. No había nada que pudiera hacer, pero sentí un poco de repulsión por ello. Fui bajando gradualmente para sentarme en ese lugar, y Nuria abrió mis nalgas con sus manos para que todas pudieran ver cómo el falo del stripper entraba en mi cuerpo. A medida que lo experimentaba, se llenó gradualmente mi vagina, y para mi sorpresa, los fluidos de su miembro facilitaron la penetración, junto con mi propia lubricación. Recordé a mi esposo y cerré los ojos para no reflexionar sobre lo que sucedería si se enterara de lo que estaba haciendo.

Mientras me tomaba de las tetas, a las que amasaba sin precaución, el Capitán Frío comenzó a moverse. Sus acometidas me llegaban a lo más profundo y comenzaba a sentir placer. Los gritos de las asistentes, que me animaban, se combinaban con el ruido acuoso que producía la verga del hombre, que entraba y salía de mi vagina. Se me subía la sangre a las mejillas; debí estar roja debido a la excitación. Me excitó aún más ser el foco de atención y observar al cowboy y a César lado a lado, recibiendo sexo oral de Jenny y de su mamá, nunca pensé ver algo así. Mi vulva estaba golpeada por el pubis del Capitán Frío. A pesar de que estaba cerca del orgasmo, continué aguantando sus acometidas y apreté los músculos internos de mi vagina para atrapar su verga. Jenny marcó medio minuto. No estaba tan relajado el Capitán Frío, lo noté cuando hizo una mueca y me miró a los ojos.

—¡Dos minutos! —exclamó Jenny. Las invitadas gritaron más fuerte y me dijeron que yo podía ser la ganadora.

"No te vengas!", advertían. "Tú puedes con él!"

Apreté mis labios para mantenerme en calma. Con una de sus manos en mi vagina, el Capitán Frío comenzó a masajear en círculos mi clítoris. Respiré profundamente, estaba completamente lubricada y cada una de sus caricias me llevaría en cualquier momento al paraíso, pero miré con atención a Rocío. Con las manos en la cintura y mordiendo mi labio inferior, tomé el control de la situación. Sintiendo cada milímetro del suculento miembro del Capitán Frío, comencé a contonear mis caderas hacia un lado y hacia el otro. El rostro del hombre se enrojeció cuando giré mis caderas mientras apretaba mi vagina; ahora estaba al borde de la excitación. Me movía de arriba abajo, como si me fuera a huir; me daba nalgadas y se aferraba a mis caderas, pero dejó de masturbarme porque perdía el control.

"¡Dos cuarenta y cinco!" Jenny exclamó. Me había dado cuenta de que lo tenía en mis manos, o en mis caderas. Le demostré con una sonrisa que tenía control sobre sus sensaciones, mientras yo estaba con las manos estaban en mi cintura. El Capitán Frío gemía y se movía frenéticamente, aunque seguramente me veía como toda una puta.

¡Tres minutos!

Después de sentir una descarga caliente, saqué su miembro que emitía abundantes chorros de esperma y lo masturbé con mi mano derecha para demostrar a todas que lo había logrado. Había logrado resistir durante los tres minutos, además de hacerlo eyacular. Mientras lo masturbaba, me incliné junto a él. El semen salpicaba por todas partes; cayó sobre mi rostro y mis pechos. El flash de una foto nos alumbró.  Al final, dejé caer mi cabeza en su vientre mientras escuchaba los vivas y aplausos de las invitadas y me uní nuevamente al Capitán Frío en una mamada deliciosa que terminaría con una segunda eyaculación, esta vez menos abundante pero dentro de mi boca.

Me ayudó a incorporarme Jenny al final, levantó mi mano y me declaró ganadora. La vencedora de la noche. Siempre recordaré esa despedida de soltera de mi amiga Rocío, y sobre todo cómo pasé la noche compitiendo en un concurso inolvidable contra el Capitán Frío.

Fin.


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