Dando el adiós a mi esposo en el aeropuerto - Parte I

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Cuando fui a despedir a mi esposo al aeropuerto, me ocurrió el relato que les contaré, y lo que sucedió después de que su avión partió.

Ya estaba acostumbrada a los viajes constantes e imprevistos de mi esposo debido a su trabajo. Su jefe constantemente le indicaba que debía salir de la ciudad, lo que me permitía salir a algún lado cuando él se ausentaba.

Como resultado, mi esposo me llamó una tarde mientras estaba en la oficina y me pidió que me fuera rápidamente del trabajo para llevarlo al aeropuerto. Llegué lo antes posible y no tuve tiempo ni para cambiarme de ropa. Además, tuve que conducir el automóvil porque mi esposo se ponía muy nervioso cada vez que debía viajar.

Al llegar, me dijo que nos dirigiéramos al restaurante del aeropuerto para tomar un café. Se puso a revisar unos documentos mientras estaba ahí y casi no me hablaba, así que comencé a mirar a la gente alrededor. Un par de hombres jóvenes estaban sentados en una mesa al frente de nosotros.

Aprovechando que mi esposo les estaba dando la espalda, me miraban con descaro.

Estaba vestida como siempre voy a la oficina, con un chaleco y una falda color crema, además de una blusa blanca. La falda era corta como la que siempre uso, lo que al parecer llamó la atención de los tíos que estaban al frente. De repente, mi esposo me proporcionó el teléfono del hotel en el que se hospedaría y algunas recomendaciones.

Mientras escuchaba a mi esposo, de vez en cuando volteaba hacia donde estaban, y noté que movían la boca como si intentaran comunicarme algo. Me estaba poniendo un poco nerviosa porque si mi esposo se daba cuenta de que me estaban coqueteando, empezaría de nuevo con la cantaleta de que uso faldas muy cortas y que me gusta provocar a los hombres con eso.

De repente, el altavoz anunció la salida del avión, lo que nos llevó a parar en la puerta de embarque. Los jovencitos que me habían estado mirándome empezaron a caminar y se detuvieron ahí también. Supuse que viajarían en el mismo avión, y era una pena que se fueran porque ambos eran muy guapos y grandes como a mí me gustaban.

Como no era muy amable, mi esposo me dio un beso de despedida en la mejilla. Después de entrar, me saludó con la mano, y mientras respondía, volteé la cabeza hacia el costado y vi que los dos chicos también movían sus manos como si fueran despidiendo a alguien. No pude resistirme y comencé a sonreír cuando me di cuenta de que le decían adiós a mi esposo.

Uno de ellos se acercó y me dijo que me había estado observando en el restaurante y que le permitiera decirme que era una chica muy hermosa cuando me disponía a irme. Agradecí su amabilidad y acepté tomar una copa con ellos. Acepté acompañarlos y volvimos al restaurante donde habíamos estado porque no tenía nada que hacer después.


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