LA CRÍTICA
(Una advertencia previa: este escrito no es una reflexión de carácter moral)
Carlos Fonseca Amador dijo una vez: «Hay que criticar mirando a los ojos y elogiar por la espalda». Un remedio corrector de los comportamientos hipócritas de una sociedad hipócrita.
Si establecemos relaciones basadas en el interés crematístico (no en el "egoísmo"; que eso es otra cosa) el sentido de las comunicaciones humanas se deforma, se hace prostituto e insalubre Las relaciones humanas no son humanas, simplemente: son relaciones sociales entre individuos situados en distintas escalas. Las escalas son forzosamente jerárquicas, piramidales y obedecen a un modo social de división del trabajo, un modelo de producción concreto. Ahí radica el quid de la cuestión a que Fonseca Amador se refería. ¿Cómo criticar "mirando a los ojos —al corazón, al alma de las personas— si éstas han recibido una educación imitativa de los primeros jerarcas que se sitúan sobre ellas, la familia (la familia no es un ente neutro, sino el resultado evolutivo de la paulatina organización de las sociedades); y luego, inmediatamente, del entorno cercano, conocidos, amistades y vecinos de sus progenitores; más tarde los maestros y otras autoridades; de todos los adultos que gozan de capacidad punitiva sobre ellas?
Hay otra esfera donde ese mirar crítico a los ojos debería ser "sagrado" (utilizamos inevitablemente estos "conceptos" sin entrar ahora en el enfoque sobre las razones de que los empleemos como forma rutinaria de encajonar el mundo aprehendido, de hacerlo "seguro"): la amistad y la intimidad sentimental. Pero, incluso aquí, nuestra herencia emocional, en su mayor parte aprendida, se impone a la libre aceptación de nuestro yo "imperfecto" (la perfección no existe; defectos sólo tienen los objetos que creamos y que juzgamos según se ajusten o no a la idea imaginada pero no los seres humanos).
Si tratamos de ser imparciales, objetivos (dentro de nuestra inevitable —también— subjetividad y neutrales con quienes amamos nos encontraremos muy pronto con el techo de susceptibilidad de cada uno de nosotros. El orgullo y la facilidad con que se hiere el "amor propio"
Es decir, que la tarea se hace muy cuesta arriba y el propósito se estrella contra la realidad de la vida social. Es por ello que lo que al final ocurre es lo que vemos: se elogia mirando a los ojos, y se critica por la espalda. Una inversión de lo que debería ser un sano comportamiento en libertad e igualdad.
Todo ha quedado en propósito y buenas intenciones (como dice Joan Manuel Serrat en una de sus composiciones con dedicatoria: tener propósitos no es haber hecho el trabajo).
¿Solución? Admitir que los hechos tienen una causa. Son efectos, un resultado de algo más profundo. Sin buscar y encontrar las raíces, no erradicamos las malas hierbas adheridas a nuestra personalidad; aunque ellos no baste, también hay que aplicar el conocimiento científico, para conocer conscientemente que hay que sembrar una vez nos hayamos desembarazado de los hierbajos y tengamos el campo desenraizado.
FIN
Final # 1
Uno de mis maestros definió así su método: «la crítica sin contemplaciónes de todo lo existente», inmediatamente comprendí la necesidad de aplicarlo.
Final # 2
Jaime Cansinos Assens escribió en sus memorias, tras una visita, si no recuerdo malamente, a la casa de la familia del poeta Panero: «En esta casa todos hablan mal de todos, y todos tienen razón.»
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