EL JUEZ DE PAZ (EL SINCRONISMO) 2 FINAL

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La verdad era que Victor cada vez que se encontraba con la sugerente malagueña sentía que su misticismo de derritía como un terrón de azucar en una taza de café humeante. Por esta razón no podía conciliar el sueño por las noches dado que se sentia atrapado en un dilema que no acertaba a resolver, pero que no obstante las circunstancias del momento le exigían que hallase una resolución cuánto antes. Por un lado no podía desprenderse de un plumazo de los principios cristianos que le inducían a practicar tareas altruistas a sus semejantes, ya que esta vocación estaba muy arraigada en su ánimo desde la adolescencia, y por el otro lado se le imponía con fuerza la figura de Helena.

La cuestión era: O él se hacía sacerdote renunciando a la vida conyugal, o por el contrario se unía definitivamente a aquella mujer. Si elegía el segundo camino tendría que estar sólo pendiente de las necesidades de la familia, del hogar."¡Maldita sea! ¿Por qué los sacerdotes católicos no pueden tener una vida conyugal con una mujer como cualquier hombre? ¿Qué tenía que ver la vocación religiosa de un varón con su necesidad de afecto personal? Desde luego la Iglesia se había quedado anticuada en la época actual. Tenía unas normas que venían del Concilio de Trento que iban en contra de la naturaleza del hombre del siglo XX. Y esto iba a repercutir fatalmente en esta institución. Claro que había sacerdotes que tenían sus amantes con las que podían satisfacer sus ansias eróticas. Vivían en una doble moral. Pero Victor era un tipo honesto y no quería verse de escondidas con Helena. Ella no se merecía tener una relación de concubinato.

Nuestro amigo caminaba preocupado por las empinadas calles del pueblo dándole vueltas al asunto, hasta que llegó a la plaza de la Iglesia cuyo campanrio se erguía orgulloso hacia el cielo como buscando su protección, la cual era a su vez un mirador del ques divisaba el mar. Seguidamente Victor entró een el templo y se situó en un banco frente al Altar Mayor y oró con fervor, mientras seguía preguntándose: "¿Qué debo hacer con mi vida?"

En aquel instante Victor no se dio cuenta que de la penumbra de aquel sitio surgió un hombre de edad indefinda y con una penetrante mirada, quien se acercó al absorto orante y poniéndole amistosamente una mano encima del hombro le dijo:

- No te atormentes más.Únete a la mujer que tanto amas y sé feliz. Pues no por eso tu espiritualidad se desvirtuará.

Y dicho aquello, sin dar tiempo a que Victor pudiera reaccionar aquel misterioso sujeto se alejó pausadamente del templo sin dejar rastro.

Poco después como era de suponer el poeta se sintió completamente perplejo de aquel extraño encunentro. ¿Quién era aquel hombre que.él no lo conocía en absoluto? ¿Cómo podia saber aquel personaje la duda que le atormentaba cuando Victor no había dicho nada a nadie?. ¿Era acaso un ángel? Victor no sabía qué pensar. Pues aquel encuentro estaba al margen de todo contexto cotidiano.

Sin embargo Victor mientras se hacía aquellas preguntas notó que aquella duda existencial se disipaba como la niebla al ser barrida por el viento y salir el sol.

Al cabo de un tiempo Victor se casó con su amada Helena y trabajó en el Ayuntamiento de su localidad ejerciendo de Juez de Paz, el cual al no tener conocimientos de Derecho como los letrados tenía que resolver los conflictos entre dos oponentes mediante la conciliación de los mismos. Pues  existen muchos caminos para trabajar con la espiritualidad.

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Esta es una tan real como fantástica historia que me contó aquel Juez de Paz de EL MASNOU cuando lo fui a visitar a su domicilio, y que él lo había narrado en un libro en el que habían escrito las demás perssonalidades de la villa, pero que no se había atrevido a explicarlo a nadie por temor a que lo tomaran por loco hasta a cabo de los años.

 ¿Qué crees que puede ser un caso como este? - me preguntó.

- Pienso que es un caso claro de SINCRONISMO - le respodí-. Como decía el psicoanasta suizo Carl Jung, es factible que podamos formar parte de un todo en un nivel tanto energético como cósmico, y en ocasiones estar  sincronizados con otras dimensiones que están más allá del tiempo y del espacio inmediato; del aquí y del ahora. Este extraño sujeto que estaba en la Iglesia, debió de hacer de receptor telepático del otro lado, para darte el consabido mensaje.

Decía el poeta Adolfo Gustavo Becquer que allá donde hay un misterio siempre habrá un poeta para contarlo. Y este es el caso.

                                                                      FRANCESC MIRALLES PÉREZ.......                                    -


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