Sentirse nadie no es algo que suceda de repente. No es cómo una metamorfosis súbita en la que uno se acuesta normal y por la mañana despierta raro.
Es un proceso de autoconvencimiento, en base a una serie de indicios claros que, por acumulación, se convierten en prueba misma:
Si das lo mejor de ti y recibes apenas nada o nada mismo.
Si te preocupas por otras personas y al final escuchas un: "yo no te pedí que lo hicieras".
Si junto a tu número en su agenda alguien pone otro nombre.
Si el lugar que mejor puedes alcanzar en una relación es minúsculo, como estar encerrado en un armario hasta que alguien te precisa.
Si no recuerdan o ni siquiera preguntan por tu cumpleaños.
Si para ti el tiempo siempre es tasado, sin fecha o para cuando alguien falla.
Si nunca eres una prioridad.
Si por ti nadie arriesga.
Si pase el tiempo que pase da igual verse o no.
Si te tienes que conformar con migajas de sentimientos.
Si eres la opción descartada, la de podemos seguir siendo amigos.
Si todo o parte de eso te pasa es probable que llegues a sentirte nadie.
En realidad, lo que ocurre en estos casos es que estamos solos o solas y no nos damos cuenta o no lo queremos ver, pero es así.
Y desde luego que eres alguien, que merece algo bueno y recíproco, pero no lo encontrarás en el lugar en el que te encuentras ahora.
Es tiempo de pasar página.
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