De lunes a viernes te amo, parte 2

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Una tarde, mientras ella se encontraba en su oficina, rodeada de papeles y responsabilidades, algo dentro de ella se quebró. No podía seguir viviendo con esa tensión constante, con ese anhelo que la consumía. Tomó el teléfono, y con un valor que no sabía que poseía, marcó su número.

La voz de él al otro lado de la línea la envolvió como una caricia. No hubo necesidad de preámbulos. "He encontrado un poco de tiempo", dijo ella, con un tono suave pero cargado de intención. "¿Podemos vernos esta noche?."

Hubo un breve silencio, pero ella pudo sentir la respuesta en el aire. La decisión estaba tomada, y ambos sabían que no había vuelta atrás. Acordaron que seria en un lugar discreto apartado del bullicio de la ciudad, donde podrían dar rienda suelta a lo que habían estado reprimiendo durante tanto tiempo.

Cuando ella llegó su corazón latía con fuerza, pero no era solo nerviosismo; era anticipación, un deseo contenido que finalmente encontraría su salida. Entró en la habitación, sencilla pero acogedora, y se recostó en la cama. Estaba imaginando su reencuentro. Las caricias que le daria, las miradas que ya no serían secretas, la intensidad de sus deseos volviéndose realidad. 

Cuando él acudió a su encuentro, no hubo necesidad de palabras. Se acercaron lentamente, como si el tiempo hubiera dejado de existir para ellos. Sus miradas se encontraron, y en ese instante, el mundo exterior dejó de importar. Se besaron con una pasión que llevaba demasiado tiempo retenida, un beso que no solo era físico, sino que contenía todas las emociones, los pensamientos y los deseos que habían compartido en silencio durante meses.

Las manos de él encontraron su camino hasta la cintura de ella, mientras sus cuerpos se entrelazaban, encajando como piezas de un rompecabezas que finalmente encontraban su lugar. Se amaron sin prisa, con una intensidad que trascendía lo físico, como si en cada caricia, en cada susurro, estuvieran explorando no solo sus cuerpos, sino también sus almas.

El cuarto se llenó de suspiros, de murmullos suaves, de promesas silenciosas. Cada movimiento era una liberación, cada contacto, una afirmación de lo que habían sentido durante tanto tiempo. La realidad y la fantasía se entrelazaron en un solo momento de éxtasis, donde el pasado, el presente y el futuro se disolvieron, dejando solo el ahora, el momento en el que finalmente podían ser ellos mismos.

Cuando el clímax llegó, fue como una explosión que liberó todo lo que habían contenido. Se quedaron abrazados, respirando juntos, sintiendo el latido del otro, sabiendo que lo que acababan de compartir era algo más que físico; era la culminación de un amor que había sido, durante tanto tiempo, solo un susurro en la oscuridad.

El silencio que siguió no fue incómodo...


(Continua Parte III)


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