Posesión (primera variante) -Inicio-
Por Jasper
Enviado el 17/09/2024, clasificado en Adultos / eróticos
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Fue así como nos poseímos.
Era martes, eso no lo puedo olvidar; otro ruidoso y molesto martes de mercadillo. Pero a aquella hora tan temprana las calles estaban casi desiertas y la plaza va ya por completo. Salí de la ducha con el cabello chorreante y secándome la cabeza me acerqué a la ventana de la sala. Miré distraídamente hacia la calle y allí estaba ella. Cubierto su cabello marrón por una gorra y con su habitual uniforme de trabajo. El capazo a unos pocos metros mientras recortaba el seto del jardín público. Me quedé observando mientras me frotaba el cabello. Algo de ella me resultó atrayente; su forma suave de sujetar las grandes tijeras o cómo se doblaban las ramas a su paso, o su forma de doblar la espalda; quizá la apariencia de alas de mariposa de sus brazos al abrir y cerrar la tenaza brillante que peinaba la fronda. Y como si percibiera mi presencia en lo alto mirando se giró. Nuestras miradas se fijaron un momento. El momento se dilató y el mundo se eclipsó. Ni pensé en cubrir mi desnudez. Algo se hizo familiar e íntimo en el encuentro de nuestras miradas. Tenía razón Quevedo, sólo lo fugaz permanece y dura.
No nos saludamos. Mudas estatuas de una hipnosis paralela, bastaba con aquella penetración mutua de nuestros ojos. La magia de un instante fue una fusión más allá de lo físico. Éramos dos seres hermanados en un lapso, en un planeta deshabitado; sin nombre, sin edad, sin género, sin pasado ni otro futuro que el presente continuo y paralizado del instante.
Volví al baño. Pasados unos minutos, muchos. El timbre del teléfono de la portería sonó una sola vez. No era un sonámbulo, sino un ser que había adquirido consciencia de sí, de lo que importaba, de lo que quería, de mí mismo; y también de ella.
Abrí.
Desvestido, abrí.
Subió por la escalera. Y yo esperaba en el umbral, reposado y tranquilo. El Cosmos entero era el ámbito de nuestro encuentro. No había extrañeza; era como un hecho natural y repetido que, si nunca había tenido lugar, era porque sencillamente el tiempo había estado esperando el momento.
Se acercó y de nuevo la mirada de una era la mirada del otro. Nos conocíamos en nuestra desconocida existencia previa. Entrañable reintroducción a nuestra vida común que quizá en un sueño, en una fantasía nocturna, en un poema, en un libro, en una escena romántica ya existía y latía suavemente.
La abracé y pasamos dentro.
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