Posesión (primera variante) -Final-

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Continuación 

Cerré la puerta y nos besamos con un beso dulce y apasionado. La fui desvistiendo y fuimos a la habitación. Acaricié todo su cuerpo desnudo, posando mis besos en cada centímetro de su piel y disfrutando de los estímulos que se desataban para los dos. Nos acostamos. Nuestros labios eran inseparables; se tocaban, se abrían, se deleitaban con la humedad de nuestras lenguas en un juego de caricias internas. La lascivia era serena, paso a paso. Los abrazos continuaban en caricias exploratorias de las formas de nuestro cuerpo. Los hombros, los pezones, la redondez del pecho, las colinas del vientre, el cráter de los ombligos, las curvas de los glúteos, el vergel del vello púbico, las aberturas sinuosas, nuestras cavidades que desconocían la separación individual. Nos sumergimos en una composición inversa. Mi cabeza hacia el amor de su vientre; la de ella perdida entre mis muslos subís y bajaba rítmicamente. Mi sexo había dejado de ser una propiedad mía; mi boca estaba fusionada con los labios verticales abiertos cálidos y húmedos. El néctar de la pasión era paladeado y saboreado con deleite. Éramos un sólo ser en una doble posesión. Una divinidad. Una unidad de placer que se debería en un manantial salino, ardiente y espasmódico. Con los ojos cerrados nos dejamos ir, vertiéndonos al unísono, simultáneos. Un solo jadeo, un único gemido, una sola respiración, un solo gesto a la vez: tomándonos por la cuádruple esfericidad opuesta.

Luego, recomenzamos. Abrazos, besos, caricias desparramadas, besos que no conocían las fronteras de los cuerpos, ni separación de los placeres. Las yemas de nuestros dedos abrían con delicadeza los orificios de nuestra lujuria ya desatada. Nos penetramos con las lenguas y exploramos el doble placer sin límite. Al final, la penetración por detrás hizo que de nuevo el torrente de placer fuera simultáneo, recíproco.

Fuera el día devino en lluvioso y la calle estaba silenciosa, como nuestros cuerpos saciados y exhaustos.

Ella habló: "En dos meses me jubilo".

"A mí, nada me retiene; estoy en paro. Seré pensionista en abril", respondí.

"Tengo una casa en Galicia", dijo mientras seguíamos unidos por las manos.

"Galicia me parece bien", respondí.


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