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Era una mujer tan pequeñita, tan pequeñita, tan pequeñita, que dormía en una caja de cerillas vacía, y cuando se tapaba con un paño chiquitito que le había hecho su hermana, jugadora de baloncesto, decía: "Qué calentita estoy". Cómo no vas a estar caliente, pecadora de la pradera, si estás metida en una caja de cerillas.
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