Caperucita Roja 1/4
Por El Peregrino Oscuro
Enviado el 15/09/2024, clasificado en Terror / miedo
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Mucho tiempo atrás, había una niña dulce. Esta niña, sentía un gran amor hacia su madre y en especial hacia su abuela. Un día, en el día de su cumpleaños, su abuela le obsequió una caperuza roja, pronto se volvió su prenda favorita y siempre andaba con ella puesta. Por ello, todos empezaron a conocer a esta niña, como Caperucita Roja.
Una mañana, su madre, se dirigió a Caperucita Roja:
- Niña, tu abuela está enferma, he preparado esta cesta con algo de queso, pan, pasteles y leche. Se buena, y llévasela para que pueda recuperarse.
- Si, madre – respondió la niña.
Caperucita agarró la cesta y se disponía salir de la casa, cuando se madre volvió a llamarla.
- Y otra cosa, no te distraigas en el bosque ni te salgas del camino. Y sobre todo, cuidado con los animales salvajes.
- Si, madre – respondió de nuevo la niña.
Su madre sonrío satisfecha por las palabras de la niña, la niña, dio media vuelta y emprendió su camino.
Anduvo canturreando una vieja canción, se internó en el bosque, donde los densos árboles empezaban a cubrir los rayos del sol, oscureciéndolo y dándole un aspecto sombrío. Caperucita se detuvo un instante, una extraña sensación se apoderó de ella, nerviosa, giro sobre si misma y miró a su espalda. De pronto, una extraña atmosfera se instaló en el lugar, el silencio reinaba a su alrededor mientras la inquietud crecía dentro de Caperucita.
Aferró su cesta nerviosa, dio unos pasos temblorosos en dirección a la casa de su abuela, no sin dejar de mirar hacia atrás de tanto en tanto, cuando creyó ver una sombra enorme cruzar el camino a su espalda, lo que la hizo detenerse. La niña tragó saliva con nerviosismo, y con voz temblorosa, lanzó una pregunta al aire:
- ¿Hola?
La única respuesta que obtuvo, fue el sonido del bosque.
- ¿Hola? Te he visto… - volvió a decir la niña.
El sonido de las ramas a su lado la hizo exaltarse con un pequeño grito de asombro. A su lado, un inmenso lobo negro surgió entre la maleza, con unos enormes ojos rojos que observaban a la niña.
- Hola – dijo con voz grave – Lo siento, no quería asustarte…
La niña no contestó, paralizada ante el enorme lobo negro.
- ¿Te ha comido la lengua el gato, niña?
Caperucita negó con la cabeza, sus ojos fijos en los del lobo, éste desvió su vista hacia la cesta que llevaba la niña, luego posó de nuevo sus ojos rubí en la azulada mirada de ella.
- ¿Qué llevas en esa cesta, pequeña? – preguntó la bestia, mientras comenzaba a rodear despacio a la niña.
- Es algo para mi abuelita… está enferma – dijo ella.
- Vaya… que niña tan dulce, seguro que tu abuelita te estará esperando.
Caperucita asintió ante las palabras del lobo, a la vez que aquel terminaba de dar una vuelta alrededor de ella.
- En ese caso pequeña niña, es mejor que tomes ese camino de ahí, te llevará antes a la casa de tu abuelita.
Caperucita miró dudosa el camino que le indicaba el lobo, luego posó su vista de nuevo en él.
- Tu… ¿conoces a mi abuelita? – le preguntó.
- Claro pequeña, ella y yo, somos viejos amigos… - el lobo terminó la frase con una especie de sonrisa, dejando entre ver sus enormes fauces.
La niña, veía verdad en sus palabras, miró el camino que le indicaba el lobo, convencida de que el animal estaba tratando de ayudarla. Caperucita desvió su mirada hacia el enorme lobo, sonrió y le dio las gracias por el consejo.
- De nada, pequeña. Apresúrate, tu abuelita te estará esperando…
La niña tomó el camino que le había indicado el lobo, canturreando nuevamente aquella vieja melodía. El lobo sonreía maliciosamente mientras veía alejarse a la niña, luego, tomó el camino correcto hacía la vieja casa en mitad del bosque de la anciana, a la vez, que se relamía las fauces.
Tiempo después, Caperucita Roja encontró una pequeña casita en mitad del bosque, fuera de ella, sentado en una vieja silla de madera, había un fornido hombre en ella. Éste desvió la mirada hacia la niña al verla llegar, extrañado al verla andando por esos lares, el hombre se puso en pie y se acercó a ella.
- Hola niña, ¿qué haces por aquí? – preguntó.
- Voy a casa de mi abuelita, vive en una vieja casita en mitad del bosque.
El leñador miró a la niña extrañado.
- ¿Y por qué has tomado este camino?
- Un lobo me ha dicho que por aquí llegaría antes. Mi abuela está enferma y voy a llevarle esta cesta para que se recupere.
- Un… ¿lobo? – preguntó el leñador, mirando hacia el final del camino que la niña había recorrido, luego, miró muy serio de nuevo a la niña - ¿un lobo negro?
La niña afirmó con la cabeza a la vez que sonreía dulcemente.
- Si, ha sido muy amable al indicarme este atajo.
- Ya… - contestó sombrío el leñador – sigue este camino, niña, al final del mismo encontrarás la casita de tu abuela, ve rápido, ¿de acuerdo?
Caperucita Roja sonrió y dio las gracias al leñador, siguiendo luego su camino. El leñador la vio desaparecer entre los árboles por los que se adentraba el sendero, luego, agarró su hacha y entró en su casa.
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