Mis amigas me escondieron la ropa
Por Renzo
Enviado el 17/09/2024, clasificado en Adultos / eróticos
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En mi grupo de amigas hay tres que son las más pícaras, por así decirlo: Bea, Magalí y Luz. Siempre haciendo chistes de doble sentido, siempre insinuantes, siempre vestidas de manera provocativa. Habíamos planeado un fin de semana de verano en una casa junto al río, propiedad de Magalí. Iríamos un grupo grande, haríamos asado, remaríamos en el río y nos divertiríamos entre amigos. Pero -suele suceder- que poco a poco fueron bajándose del proyecto: Fer dijo que tenía un casamiento, Franco que estaba complicado con el trabajo, Martina tampoco, Sol tampoco y así sucesivamente. Los únicos que quedamos confirmados fuimos Bea, Magalí, Luz y yo. ¿Vamos? ¿no vamos? ¿qué hacemos? Teníamos bebidas compradas, comida comprada…¡Vamos!
Y allá fui, al medio de la jungla con mis tres amigas pícaras. La casa era bellísima, rodeada de árboles junto a un río manso, casi no había casasen en las cercanías. Nos instalamos, preparamos un rico asado para cenar, destapamos varias botellas de buen vino. Y las chicas siempre atrevidas: “Sos el único hombre, ¿esta noche con quién vas a dormir?, nos vas a tener que atender a las tres”. Risas, brindis.” Las voy a atender a las tres”, “a que no”, “a que sí”.
De pronto dije “Voy a ducharme”. Entre al baño, me desnudé, abrí la ducha y comencé a bañarme. El baño se llenó de vapor. En un momento creí escuchar algo, a través de la cortina y del vapor me pareció ver algo, pero pronto olvidé el asunto y terminé de bañarme. Cuando salí no encontré toalla, ni ropa, ni nada. Sospeché una broma de las tres. Abrí un armario buscando otra toalla. Nada. Esperé en momento, abrí la puerta y asomando la cabeza dije: “Amigas, ¿ustedes se llevaron mi ropa?”, entonces aparecieron las tres, Luz llevaba la toalla en las manos: “Vení, papito, que nosotras te secamos, dale, salí”
No sabía qué hacer. Conociéndolas sabía que jamás iban a darme la ropa. La única opción era salir desnudo. Salí. Todo era aplausos y gritos. Me envolvieron en la toalla y comenzaron a secarme entre las tres, “Así que nos vas a atender a las tres” “¿Estás listo?” “Ay, miren, ya está erecto”.
Bea puso música y se pusieron a bailar, diciéndome que me sumara a bailar con ellas. Por atrevidas que fueran nunca imaginé que llegarían a tanto. Mientras bailaban se iban quitando ellas también la ropa hasta que los cuatro bailábamos desnudos en el living. Y empezaron las caricias, los besos de lengua, los abrazos. Magalí se arrodilló y comenzó a chupármela y todo fue una fiesta orgiástica de los cuatro. Se turnaban para chupármela, luego era yo el que lamía pezones y me hundía mi lengua entre las piernas de alguna, mientras las otras dos se besaban y acariciaban en pleno éxtasis lésbico.
Sobre un enorme sofá verde las penetré, a Magalí suavemente, mientras las otras dos me acariciaban la espalda y los testículos. Bea se subió a galopar mi pene mientras Magalí y Luz le masajeaban los pechos. A Luz se lo hice por el culo mirando la escena en un enorme espejo. Bebimos, fumamos, compartimos orgasmos. Tuvimos pausas en las que caminamos desnudos junto al río hundiendo nuestros pies descalzos en el césped húmedo. Luego volvíamos a calentarnos y a hacer nuestras travesuras, ya fuera en alguno de los cuartos de la casa o entre los arbustos del jardín, en donde a Magalí le lancé el semen sobre las tetas mientras Bea y Luz se reían y decían estar celosas y reclamaban lo mismo para ellas.
Nunca había estado con más de una mujer y nunca me imaginé que la experiencia sería con ellas tres. A veces las oportunidades se dan, los planetas se alinean. Cuando los que no habían ido a la casa junto al río preguntaron qué tal habíamos pasado, les dijimos que por culpa de los no había estado tan bueno intercambiando miraditas entre nosotros, los dueños de nuestra noche secreta.
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