¡Córrete!, dijo Astrid.
Había levantado la cabeza de mi vientre. Ahora podía ver mi monte de Venus y la línea abierta y estrecha a ambos lados de la entrada de mis labios vaginales. Tenía subidas las nalgas con ambas manos, para que Astrid pudiera comerse mejor mi coño, y su lengua penetrase hasta el máximo de su longitud; la quería apretada contra las paredes de mi vagina, que se impregnara de todos mis fluidos y los llevase a su boca. Me encanta la boca tierna de Astrid. Cuando le chupo la lengua y saboreo su saliva ardiente le mordería la lengua. Meto mi lengua por todos sus recovecos; lamo su paladar, recorro sus dientes blancos, siento aquellos labios gruesos y anchos entre los míos, los lamo, los succiono haciendo chasquear mi lengua del placer que me proporciona.
Ahora, Astrid mete tres dedos por entre la vulva dilatada. Gimo y me estremezco. Me acaricio el clítoris para acelerar el orgasmo. Estoy chorreando el semen femenino que mana del interior de mi chocho caliente. Y ya.... ¡Ya! Me vengo brutalmente entre sus dedos. Frotó enérgicamente mis labios vaginales y la redonda fruta del placer, aquella flor paradisíaca. Jadeó, gimo, me convulsiono toda... hasta mis ojos se llenan de lágrimas del intensísimo placer que mi adorada amante consigue arrancarme. ¡Ah, su boca lamiendo y succionando mi coño! Ella sabe cómo mamármelo, dónde está el punto exacto para que me ponga tensa hasta correrme. A veces me lame el otro agujero y yo me acelero y llego antes a la explosión. Astrid no es como un hombre. Astrid ama y se deja amar como ambas queremos. Magreándonos las tetas mucho rato. Con besos intensos, penetrantes, húmedos. Haciendo un 69 hasta que las dos llegamos al estallido, esa explosión de colores y sonidos indescriptibles entre las dos. Cuando nos acostamos juntas la primera vez yo entendí que el verdadero sexo es el que gozaba con Astrid. Desde quitarle la ropa, sobándola toda, apretando sus pezones, metiendo mi dedo por su raja peluda, saboreando sus labios verticales... Dejando que ella me montase por detrás a la vez que me tocaba las tetas...
Ahora, Astrid me dice, ¡Fóllame, vida mía!, mientras se coloca a cuatro patitas, abierta. Yo me deslizo entre el arco de sus muslos y le abro el peluso grande lleno de flujo. Lo lamo todo y trago sus fluidos adorables, chupo y succiono la raja calentina de ella; mi lengua se hunde en su interior y la paladeo... ¡Y Astrid con un grito se corre en mis labios! Tensa. Aprieta sus muslos contra mi cabeza. Se mueve como si la estuviera jodiendo con uno de nuestros juguetes eróticos. Gime y gime, hasta que se deja caer y yo me doy la vuelta y le beso el ojito cerrado entre las nalgas tan apetitoso.
Es ese instante....
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