Quiero añadir un brochazo de tonalidad rojoamarillenta, encendiendo el horizonte, mientras en la plaza se adormece el día y la penumbra gana su diaria partida a la luz, señora de las horas activas.
Hay soledad en el sereno embaldosado. Los edificios públicos se enmarcan de luz, envidiosos de la elegancia de las encendidas y perseverantes farolas.
Los amantes de encuentran. Unos instantes largos como el anochecer se miran a los ojos, tiernos e íntimos, conociendo las entrañas de sus sueños. Se extiende la mano de ella, los dedos abiertos y la palma esperando su gemela. La otra mano se acerca lentamente, en una escena ralentizada de mil microsegundos, hasta que se forma una sola mano, fundida piel con piel, mientras los sentimientos dejan escapar el sonido de un suspiro compartido.
Plaza nocturna y lejana, yo me rindo a tus encantos y me impregno de las sensaciones compartidas de los amantes que transitan por el tiempo reencontrado.
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