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Solitario en el centro de tu reino nada pides. Consonante con la unicidad del día. ¡Oh, majestuoso árbol, que no impresionas por tu fortaleza ni tu altura ni el recio grosor de tu tronco. Árbol de Castilla a cuyos pies las ninfas de colores acompañan tus puestas de sol y tus amaneceres recios. Árbol del otoño castellano que ya formas parte de mi vida, mis ojos se embelesan ante tu figura por tenerte compartido con los sueños secretos de mi dueña.
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