Denunciar relato
Desde mi inexistencia y mi adolescente insignificancia me enamoré perdidamente de ti, de tu seguro andar femenino que rompía los moldes fijos que os atribuían, de tu mirada franca e igualitaria, de tu libertad que arañaba, de aquella voz profunda...
¿Que te idealicé? ¡Y quién lo duda! ¿Por qué sino permaneces y duras desde entonces, y edificaste el modelo de mujer, en cuyos brazos sigo refugiándome para luchar por el ansiado mundo nuevo? ¿No sigo siendo tuyo, como cuando tus pasos, por el pasillo embaldosado, despertaban mis sentidos y construí con ellos la primera frase del deseo? ¡Ay, aquel suspiro con que te abrazaba en la vacía noche de mi cama!
A M. Barneda
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