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Pues, como una pluma que la suave brisa del verano lleva, voy a tu encuentro, amada mía, dibujada en mi pensamiento, recorrida con mi tacto de burbuja, plagiando cada recoveco de tu cuerpo... y tu sonrisa, ¡oh, tu interior de diosa sagrada, introspectiva, ama y sierva de ti misma! ¡Cuando acaricio tu pie y exhalas ese suspiro..!
¿Qué sería, dime, qué sería sin el cruce de caminos, sin esa ola bramante que me llevó a tus costas, sin el destello de tu faro en la lejanía?
¡Oh, amada, que nadie profane la poesía!
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