En el vaivén del tiempo, la memoria me lleva
a un ayer dorado, donde eras mi reina.
De niño, entre tus brazos, me arrullaba tu voz,
y el mundo se paraba de dicha y de amor.
Cuantas veces me siento perdido,
con problemas de gente mayor.
Siendo pequeño, recuerdo sorprendido
me decías, mañana las cosas las veras mejor
A veces tengo ganas de volver a ser niño,
de escuchar de nuevo tu dulcísima voz,
que me reprendieras con grata ternura,
y luego me besaras con todo tu amor.
En el silencio de la noche, te escucho,
tu voz me susurra palabras de aliento.
Me dices que no tema, que tú estás conmigo,
que tu amor me protege, como prenda del viento.
Y en mis sueños te veo, tan viva y tan real,
y al despertar me invade la más profunda pena.
Porque sé que has partido, a un mundo ideal,
y solo me queda tu recuerdo, como pena.
También recuerdo cuando te pusiste malita,
alejándote de todo como un viento fatal
Pero con tu semblante nos decías
que fuéramos consecuentes, con tu mal
Pero éste fue tan inhumado,
que no volviste a ser tú.
Por eso, nuestra añoranza es tanta
que nuestra vida, a partir de ahí, cambió
Aunque pasen los años, y la vida siga su curso,
mi amor por ti, madre, jamás se extinguirá.
Eres mi estrella, mi guía, mi luz en la oscuridad,
y tu recuerdo me acompaña, en cada despertar.
Han pasado los años, madre,
pero aún te anhelo con la misma intensidad,
desearía tenerte a mi lado,
poder besar tu frente, en tu regazo de paz
Un día nos volveremos a encontrar,
en un mundo de paz, donde el amor es eterno.
Hasta entonces, te llevo en mi corazón,
madre querida y espero con añoranza ese encuentro
En estos versos te plasmo, madre añorada,
para que vivas por siempre en mi corazón.
Cada vez que los lea, te sentiré a mi lado,
y tu amor me dará fuerzas y valor.
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