En la senda de la vida, tu figura,
erguida como un faro en la grandeza,
guiaba nuestros pasos con firmeza,
con amor, con tesón, con mano dura.
Forjaste con sudor nuestra fortuna,
trabajando sin pausa, sin desaliento,
con la esperanza siempre como, alimento
en cada desafío, en cada luna.
Nos diste más que bienes materiales,
cultivaste en nosotros la pasión
por aprender, por ser seres reales.
Con mano firme y un corazón de seda,
ganaste el pan de nuestra diaria mesa,
y con palabras sabias, cual serena seda,
sembraste en nuestras almas la nobleza.
Aprendimos de ti, en cada paso,
la perseverancia, la fe, el trabajo,
valorando el esfuerzo, no el fracaso,
como pilares de nuestro propio tajo
En los libros encontramos la razón
de ser mejores, de ser serviciales,
tu ejemplo es eterna bendición.
Con tu visión certera y tu incansable brío,
guiaste a la nave hacia la cumbre más alta,
y bajo tu mando, cual timonel bravío,
la empresa alcanzó su cima más exalta
Pero la llama que ardió con tanto fulgor,
también consumió tu salud sin piedad,
dejando en tu corazón un amargo dolor,
y en nuestras almas una inmensa orfandad.
Fuiste el pilar, el alma de la empresa,
que bajo tu dirección florecía,
ascendiendo a la cumbre con certeza
Cuando llegó el momento del adiós,
la vida nos sorprendió con su crudeza,
tu ausencia dejó una honda tristeza,
un vacío que aún llena el corazón.
No hubo tiempo para el último adiós,
ni para decirte cuánto te quería,
pero en cada verso, en cada poesía,
te expreso mi amor, mi devoción.
En tu ejemplo encontramos el evidencio,
el trabajo, el respeto, la nobleza,
en tu legado, eterno silencio.
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