Extraño a mi abuela. Sí, la extraño y más ahora que nunca. Porque me daba las fuerzas para luchar y sobrellevar la vida, la realidad que me tocó vivir. Pero lamentablemente la perdí hace muchos años ya, cuando aún era un niño. Ahora me encuentro solo, sentado y silencioso. Mis ojos están hinchados de aguantar el llanto, porque me niego a tener otra recaída más, no quiero. Sin embargo la mirada se me nubla cuando se asoman las lágrimas, y se me resecan los labios.
La vida es dura, tan dura que te quita todo lo que amás, como mi abuela, por ejemplo. Ella me hacía sentir bien, bienvenido y querido, es lo que más me hace falta en estos momentos.
Luego de que yo crecí, me fui cruzando con personas que dejaron huellas en mí, algunas buenas, y otras malas. Ahora mismo estoy intentando de llenar el vacío que siento hace días.
Me siento solo, siento que soy insoportable y por eso las personas se terminan alejando de mí. Que soy poco agraciado en apariencia y por eso el interés les dura menos. Me llega con intensidad y al poco tiempo se esfuma. Yo intento no ser irritable, intenso, me esfuerzo y trato de dar el espacio que los demás me dan a entender que quieren. Y me siento aun más solo, porque sé que jamás será lo mismo. ¡Lo peor! Lo peor es que antes de conocer a estar personas yo estaba medianamente bien, sin necesitar a nadie, solo los buenos recuerdos con mi abuela. Hasta que los conozco, me hacen sentir muy querido, me dan a entender de que el sentimiento es mutuo y me atrevo a decir, que hasta el de ellos es más fuerte. Para cuando ya estoy listo para entablar un lazo más sólido con ellos, resulto ser molesto y provoco el rechazo.
Estoy cansado, realmente no creo haber hecho algo en la vida como para merecer ser tan desgraciado. Estoy tan desgastado, que busco en los demás los abrazos que me daba mi abuela y que me libraban de toda pesadez.
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