LA OTRA DIMENSIÓN 1

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He de confesar que cada vez que iba a visitar a mi tía Matilde Calaf a la que siempre he querido mucho y que era la hermana mayor de mi madre, la cual  era una mujer de seseinta y tantos años y que en su día fue una famosa actriz de cine y de series de televisión de los años 60 del siglo pasado, en su solariega casa que estaba ubicada en Sarria que es una población colindante con Barcelona capital con su propio Ayuntamiento, me sentía preocupado por su estado de salud mental.

Ella que a pesar de su edad todavía se conservaba en buen estado físico; y tenía un  hermoso cabello cabello negro asi  como unos vivaces ojos del mismo color, se había quedado rezagada en el tiempo; en su dorada época del pasado de la que nadie se acordaba por lo que vivía completamente ajena de la actualidad, a la vez que abrigaba la esperanza de que un día algun director del Séptimo Arte o un productor se actodase de ella y la volviesen a llamar para protagonizar una nueva película junto a su actor favorito Vicente Peña con el que ella había trabajado en innumerables ocasiones y del que siempre había estado enamorada, pero que a causa de un infundado pudor costumbrista de aquel entonces nunca se lo había hecho saber.

Cuando una mañana cualquiera me volví a  presentar en la casa de mi tía con unos dulces de la pastelería Foix cuyo propietario era un célebre poeta de las letras catalanas que sabía que a ella le encantaban, la mujer que la cuidaba llamada Angelines me abordó en el pasillo con manifiesta preocupación.

- Ay señor Gozalo. Su tía es una persona muy obstinada y me trae de cabeza. Hoy después del desayuno le he prropuesto que dieramos un paseo por la Rambla y se ha negado en redondo- me dijo la cuidadora-. Se pasa el día encerrada en la habitación donde está la televisión viendo los viejos vídeos de sus películas y suspirando por el actor Vicente Peña que aparece en ellas. Su tía no se quiere dar cuenta de que en la vida todo cambia y que nada es ya como antes.¡A saber lo que será ahora de este viejo galán Vicente Peña! Mire usted a ver si puede convencer a su tía para que salga a la calle y que le de un poco el aire, porque es que a mi no me hace ningún caso.

- Claro que lo haré. Esta postura de mi tía es insana y no puede ser- repuse yo-.Ya hablaré con ella pero no puedo prometer nada.

Como era de esperar al adentrarme en su "santuario" de la imagen encontré a mi tía Matilde ensimismada frente al televisor recreandose una vez más en las escenas de un olvidado film de antaño en las que salía su admirado actor.

- Buenos días tía. Mira, te he traido aquellos dulces que tanto te gustan - le dije a modo de saludo.

- Gracias Gonzalo. Eres muy bueno conmigo - respondió ella con una leve sonrisa y mirándome de reojo para no perder ni un ápice de la interpretación de su amor platónico.

- Ahora, mientras venía aquí me he cruzado con el doctor Vila y me ha dicho que te hace falta hacer un poco de ejercicio; que te conviene pasear y que te de el aire y el sol, porque de lo contrario acabarás enfermando de los nervios. Y creo que tiene razón- le dije yo amparándome en una falsa autoridad clínica para que mi tía vivira con más plenitud.

-¡No me gusta que me mientas Gonzalo!. Tú no has visto al doctor Vila. Esto te lo ha dicho esta mujer sargento que me habéis asignado para que me cuide y que me trata como si yo fuese una colegiala caprichosa y tonta- expresó mi tía con indignación.

- Está bien. No he visto al doctor Vila - admití yo-. Pero tía, comprende que ella tiene razón. Piensa un poco. Hay personas que aunque de entrada no nos caigan simpáticas esto no quiere decir que no puedan señalarnos una verdad. Y en este caso concreto creo que Angelines hace bien en instarte a que salgas a pasear. Al fin y al cabo lo decimos por tu bien.

- Bueno, bueno... Ya veremos. Ya te avisaré cuando me decida salir a la calle- dijo mi tía Mtilde bruscamente más que por convicción para salir del paso y hacerme callar. Pues en el énfasis de sus palabras se advertía una rigida actitud que no  admitía ningúna otra opinión que a su juicio pudiera distraerla del interés que sentía por la figura del viejo galán Vicente Peña.

Como me percaté de que en esta ocasión mi tía estaba más sugestionada por su pasado glorioso que otras veces, me presenté en el domicilio del doctor Vila que durante mucho tiempo había sido el médico de cabecera de mi familia para que me aconsejara que camino debiámos tomar para poder mantener el estado de salud mental de aquella terca mujer.

- ¿En qué te puedo ayudar Gonzalo? - inquirió el doctor Vila, que era un hombre aproximadmente de la edad de mi tía, ya jubilado; de cabello blanco y con un venerable bigote mostacho, el cual en su juventud había sido un admirador de mi tía.

- Verá. Es que mi tía Matilde cada vez está más pendiente de las películas de antes y se olvida del presente. Pero yo diría que ella apenas repara en el argumento de las mismas y cada vez está más obsesionada con aquel galán Vicente Peña; más lo que éste le sugiere con sus papeles de ficción que de lo que cómo pudiera ser él en la realidad. Y temo que ella al final pierda por completo la razón -le expuse al doctor.

- Bien. Las últimas pruebas neuológicas que le hicimos a tu tía no revelron ninguna anomalía. Lo de Matilde es más psicológico que otra cosa. Se trata de una aguda fijación romántica acerca de este actor con el que trabajó; asociada con una fuerte nostalgia del pasado que la hace rechazar el presnte.

- Pero esto la puede hacer perder el sentido de la realidad ¿no? - objeté yo.

- Este sentimientol llevado a un extremo, sí que puede hacerla perder el mundo de vista. Sin embargo tiene su razón de ser - respondió el doctor-. En la actuaidad las cosas, las noticias siempre malas, avanzan de un modo vertiginoso y apenas hay tiiempo para poderlas digerir; y menos esta mujer. Por ello hay muchas personas de la edad d tu tía que no les gusta esta manera de vivir actual y se han refugiado en el pasado. Por otra parte es muy posible que ella haya percibido que ahora se ha perdido el respeto en las relacciones humanas, y que por eso mismo haya idealizado a este Vicente Peña que es el prototipo del héroe que respetaba a la mujer, como si de un caballero andante se tratara.

                                                                             CONTINUARÁ

 

 


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