El gran día del Flaco Gómez

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Allí sentado en el suelo y ante aquel agujero negro que todo lo tragaba, luz, materia, esperanza e ilusiones, el Flaco Gómez meditaba, y en silencio se daba el lujo de filosofar sobre la vida y los hechos que habían conspirado para llevarlo a su situación actual, no solo los directos e inmediatos, sino que se daba el lujo de reflexionar sobre toda su existencia.

Marga era perfecta, no se podía decir mucho más que eso. Dios y genética la habían bendecido con un cuerpo increíble, piernas largas, figura que cualquier aspirante a modelo envidiaría, y la cara de un ángel. No existía hombre que no suspirara por ella, todo el mundo la seguía cual perrito faldero mendigando por atención; y por supuesto que el Flaco Gómez no era la excepción.

Mientras todos, sin una idea específica, simplemente rotaban a su alrededor esperando un milagro, el Flaco decidió ser más proactivo y delinear un plan de acción. Le tomo un par de semanas, la idea era ir ganándosela de a poco por medio de artimañas y demás situaciones cuidadosamente planificadas. Y, finalmente, para bien o para mal, al Flaco se le dio.

Cuando entraron en aquella habitación de hotel, eran un huracán, sus cuerpos unidos, girando y arrojando prendas de ropa todo su alrededor; finalmente se arrojaron a la cama, estaban completamente desnudos. El flaco la besaba y tocaba como si fuera la última mujer de su vida. Era el momento más feliz de su vida, Marga era obviamente más perfecta desnuda, la suavidad de su piel las curvas, todo en ella era perfecto. Y cuando pensó que era imposible que la situación pudiera mejorar, sintió las manos de Marga tomar su rostro, y lo mira con la sonrisa más inmaculada que había visto, y fue ahí donde escucho las palabras más hermosas que una mujer podía pronunciar.
- Quiero que me hagas la cola.
El flaco no dijo nada, su mente simplemente se quedó en blanco mirando aquella pícara sonrisa de Marga. Como si los niños cantores de la lotería nacional hubieran anunciado todos los números que el flaco había jugado, su mente exploto en la más grande felicidad y sintió como todo en su vida había sido la antesala para ese momento.

Marga se había inclinado sobre la cama boca abajo, con las piernas en el suelo, dejando ante en flaco la perfecta vista de aquel blanco y angelical culito. Se acercó a él, lo comenzó a acariciar, preparándose mentalmente para el evento que se avecinaba, cuando de pronto volvió a la realidad al notar que algo le golpeaba la cara, se agacho a recoger aquel misterioso objeto, cuando para su sorpresa vio que era un guante de látex.
- Ponetelo.
Escucho decir a Marga, con un extraño tono autoritario nuevo para él.
- Tengo forros, quédate tranquila.
- En la mano, flaco, ponetelo en la mano.
El flaco, llegando a nuevos niveles de confusión, miro aquel objeto en su mano, tratando de entender la situación en silencio
- Méteme la mano, todo el puño en el culo.
Casi grito, todavía más autoritaria Marga, mientras levantaba su tierno e impoluto culito, acercándolo al flaco. Como si ahora una placa roja de crónica informaba del error que habían cometido los niños cantores en la emisión de la lotería, todo el mundo del flaco se hundía en tinieblas
- ¡Dale la puta madre que te pario!
La voz autoritaria con la que le gritaba al flaco era algo completamente nuevo y fuera del carácter que uno podía llegar a sospechar de un ser tan angelical como Marga. Pero allí estaba, como un ser humano completamente nuevo dándole aquellas órdenes. Trago saliva, dio un pequeño suspiro para sí mismo, pidiéndole el valor suficiente a cualquier deidad de turno que decidiera escucharlo. Se puso con cuidado aquel artilugio en su mano y la observo, como despidiéndose de aquel apéndice que tantas alegrías supo darle alguna vez.
- ¿No tenes algún gel o algo?
- No así nomas, en seco métemela.
El flaco volvió a respirar profundo, aceptando un destino sellado. Se inclinó en el suelo, colocándose de cuclillas, cerro la mano, juntando todas las puntas de su dedo, los acerco hasta aquella abertura y, muy despacio, comenzó a introducirlos. Cuando escucho un grito de Marga se detuvo asustado.
- ¿Estas bien?
Pregunto este asustado.
- Estoy bien la puta madre, vos enterrame la mano, no seas puto.
Los niveles de poderío de las palabras de ella estaban llegando a niveles que retumbaban dentro de flaco, asustándolo como ninguna mujer lo había hecho jamás. Cerro los ojos y los oídos, y prosiguió con la tarea que el destino le había arrojado. Despacio sentía como aquella parte de su cuerpo se perdía dentro de las entrañas de aquel, ahora completamente extraño ser frente suyo. El calor, olor y gritos, así como los insultos que salían de su boca, los cuales pondrían rojo de vergüenza al más masculino individuo que el sindicato de camioneros podría ofrecer, conspiraban revolviendo todo su ser. No entendía como el mejor momento de su vida se había transformado en el peor.

- Estuviste muy bien lindo.
Decía Marga, mientras se terminaba de vestir al flaco, quien aún desnudo, se encontraba en el suelo, con lágrimas en sus ojos y oscuridad en su corazón. Esta se acerca a él y se inclinó para darle el más tierno y delicado beso en la frente.
- Si le decís a alguien de esto te arranco la pija a mordiscos y se la tiro a los perros.
Le dijo con una sonrisa y luego saliendo muy tranquilamente de la habitación. El flaco quedo en el suelo, meditando sobre la vida y más importante, sobre la loca de mierda que había resultado ser Marga.


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