Magda ha salido reforzada de la consulta con su terapeuta psicológico. Ahora ha entendido el quid de la cuestión que la aqueja —es pronto para saber o esperar el resultado del hallazgo de su desarreglo temporal—. Magda padece un contraste conflictivo consigo misma.
Cuando Magda se mira al espejo ve algunas cosas de su yo: de mediana edad, ojos muy lindos, leves arrugas que corresponden al paso del tiempo, boca bien perfilada... mirada inteligente y algo tierna; a veces, un mirar infantil.
Lo que Magda no ve es si interior. Puede intuir algo cuando sus ojos revelan un vacío, una tristeza, o la chispeante alegría posterior a un encuentro, el entornamiento de los párpados, fruto de cualquier preocupación; en ocasiones el fuego en las pupilas tras una frustración, la indignación ocasional —en su caso, breve— por una discusión familiar o profesional. Pero eso únicamente es la parte que revierte desde lo más profundo. Con ese instrumento parcial apenas da para una interpretación subjetiva de un fotograma aislado de su vida. Puede que otro observador, con esos mismos elementos, pudiera descubrir un poco más del yo o interior que Magda proyecta; pero sigue siendo insuficiente...
Sobre Magda planea una disfunción de su yo; entre su yo y el yo que los demás esperan de Magda; un desajuste entre la idea que los demás tienen de Magda —a los ojos de Magda— y lo que es el yo de Magda. Magda está continuamente incómoda con la Magda que se ve obligada a interpretar. Magda está en desacuerdo con la Magda que debe proyectar para yuxtaponerlo a la verdadera Magda, que se superpone a ella, que la asfixia y la entristece. Ese es el desarreglo de Magda, para encontrar el cual no era necesaria la participación de ningún terapeuta y sus conocimientos o sus consejos, aunque Magda sola, sin otra u otra voces, no hubiera podido encontrar la punta del hilo de Ariadna que la condujera a la salida de su estado depresivo.
Lo que Magda necesita es desprenderse y oponerse a querer ser la Magda que los demás, los de fuera, los que desde el exterior mantienen una relación con Magda. Ha de liberarse de esas cadenas, de ese aire tóxico que le impide realizarse a sí misma. Magda tiene que erguirse y rechazar a esa Magda que otros han creado para sus propios fines personales, para la autoafirmación, la seguridad, la autojustificación, la disminución de la sensación de fracaso y frustración de los demás, de los complejos de los otros, del autoengaño de la vida de los de fuera.
Magda ha de liberarse de la cárcel de una proyección de soy misba que es la proyección de la vida de una extraña, de una extranjera, de una marioneta, la marioneta que se ajuste a las ideas de los demás.
Ahora, Magda ha entendido que sólo su yo debe ser proyectado como el yo de Magda, sin temer la evaluación y la aceptación de los demás, sin lo cual su vida será la vida de los otros, no la suya, su vida si o una sombra de vida, una vida de eco insatisfactoria que equivale a una muerte anticipada.
Ahora, Magda respira el reconocimiento de ella misma, un oxígeno más puro. Una luminosidad y un brillo que no percibía desde su niñez alimenta sus pasos. Fija en su mente el redescubrimiento de Magda por Magda.
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