Sueños de un millón de años (2)
Por Luis R.
Enviado el 03/10/2024, clasificado en Ciencia ficción
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Segunda parte
La Soñadora
Amber Suit entró en una fase del sueño conocida entre los Oníricos como "Emanaciones del Centro". Se trataba de sueños antiguos, perdidos; líneas de ensoñación demasiado difíciles de conducir, por estar muy fragmentadas, pero que no desaparecían nunca, siempre estaban en algún nivel de conciencia.
Había historias oníricas soñadas en cualquier tiempo hacia delante o hacia atrás, ya que nuestra conciencia es lineal en cualquier estado donde haya movimiento. Pero los sueños lejanos en el tiempo, soñados dentro de cien mil años en el futuro, o los pasados muy distantes, eran difícilmente accesibles.
Amber era una soñadora experimentada que utilizaba "técnicas" diferentes, aprendidas de maestros en monasterios del Tíbet y también con chamanes, en los desiertos de México.
Tiempo atrás, había encontrado una "esfera" de color azul brillante y transparente, del tamaño de una una canica, en un templo del Valle de Nubra.
En el primer momento que la tocó, su mente quiso entrar en el sueño, así que la tomó con su pañuelo y, sin tocarla físicamente, la guardó.
La soñadora estaba por aquella zona del Himalaya, buscando los textos más antiguos de Padmasambhava en unas cuevas de retiro a lo largo del río Shyok. En aquellos lugares, los pequeños templos dedicatorios y shortens, forman parte de los caminos.
Acamparon al lado de uno, y por la noche, Amber vio una luz azul emerger por un lateral del templete. Estiró la mano y tocó la esfera; casi se duerme.
Sin embargo, y ya en la privacidad de su tienda nómada, puso la esfera en contacto con su piel y se durmió. Enseguida comprendió que estaba en el ámbito de las "Emanaciones del Centro". Su conciencia quiso seguir los pasos rutinarios de siempre para entrar en la lucidez, pero fue imposible; una fuerza tiró de ella de manera envolvente y la envió al centro de la cultura Amat, a unos sueños de un millón de años de diferencia, sin saber si eran del pasado o del futuro.
Se vio suspendida encima de unas torres de cristal parecidas a grupos de cuarzo gigantescos de color blanco azulado. Pensó que su esfera azul podría ser del mismo material cristalino. Miró hacia su pecho y reconoció la esfera engarzada en un collar de apariencia plateada. Descendió de su levitación onírica y se sentó en un banco rodeado de vegetación. A su alrededor paseaban seres diferentes a ella. No la miraban. Al principio pensó que la ignoraban, pero luego se dio cuenta de que no la veían.
Observó a aquellas "personas" y su comportamiento era igual al humano. Paseaban con libros que iban leyendo tranquilamente. Se saludaban entre ellos con pequeñas reverencias y, de los báculos que portaban, surgían energías que se entrelazaban, como si fuera una comunicación de fuerzas desconocidas para Amber.
Tan ensimismada estaba, que no se dio cuenta de que un Amat se había sentado a su lado. Se levantó rápidamente y, aún así, él era altísimo. Lo miró fijamente a los ojos, creyéndose invisible, y aquel ser la miró y dijo:
—¿Qué pasa, humana?—
Amber saltó hacia atrás y cayó.
—¿Puedes verme?— dijo desde el suelo.
—Yo sí, ellos no te ven—contestó.
—Mi nombre es Padre—continuó—y puedo ver entidades de todo tipo. Soy el conocimiento acumulado de esta sociedad y soy consciente de muchos estados de la Mente. Tú has reconstruido los antiguos fragmentos diseminados de vidas enteras en el plano onírico de un pasado remoto. Por eso puedes ver este momento en tus sueños. Pero yo también puedo ver de dónde vienes. Aquí, en este estado, eres un libro abierto para mí. Ya sé quién eres, ya tengo toda tu información. Espero volver a verte por aquí. Puedo enseñarte un conocimiento que no encontrarás en ningún otro estado—concluyó, levantándose y despidiéndose con la mano alzada al tiempo que su báculo emitía un leve destello que invadió a Amber con un sentimiento de confianza.
Se despertó con el movimiento brusco de la tienda, en medio de una tormenta de nieve. Los guías ladakhis, expertos en las montañas del Himalaya, sugirieron quedarse dentro del refugio, y a lo largo del día fue asimilando la potencia onírica de su esfera azul.
Tomó notas en su diario de sueños, describiendo con todo detalle todos los recuerdos de la cultura Amat, en la dimensión de las "Emanaciones del Centro", y siguió experimentando y recorriendo las diferentes realidades proyectadas por la Mente.
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