Conexiones invisibles

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Lara es una neurocientífica que ha dedicado toda su vida a estudiar el cerebro humano. Un día, participando como investigadora en un proyecto, se le ocurrió una idea, crear un dispositivo llamado "Conector", que permitiese a los pacientes que lo necesitasen conectarse con otros pacientes y compartir experiencias que no fuesen capaces de verbalizar de forma consciente, con la finalidad de ayudarlos a superar traumas del pasado.

Durante los primeros ensayos con pacientes voluntarios los resultados fueron espectaculares y muchos pacientes mejoraron de sus traumas, pero Lara empezó a ver efectos secundarios.... había pacientes que llevaban consigo emociones de otros.

Ese fue el caso de Sonia. En su infancia, había sido objeto de abusos por parte de su padre alcohólico, mientras su madre tenía turno de noche en el almacén. Los abusos se habían producido constantemente, desde los cinco años a los catorce, en que se decidió a hablar con su madre y ambas interpusieron una denuncia contra el abusador. Sonia, a consecuencia de aquellas duras experiencias, quedó imposibilitada para una vida sexual. Sentía una profunda repulsión hacia todo lo referente al sexo; ni siquiera podía escuchar hablar del tema sin que el malestar la obligase a ausentarse de las reuniones con las amigas, incluso varias veces el acceso de náuseas le provocó arcadas y vómitos.

Lara la escogió para el tratamiento experimental con otros catorce pacientes.

En las conexiones de Sonia con otras pacientes femeninas, Lara observó un avance importante ya en los primeros días. Sonia comenzó a "sentir" situaciones sexuales sin violencia y placenteras. En la segunda semana, Sonia pudo expresar sus dolorosas vivencias de manera consciente, mediante el pensamiento y compartirlo con otras pacientes. Las otras participantes en las pruebas de laboratorio sintieron, a su vez, las terribles y repetitivas violencias y violaciones que sufrió Sonia, contrastándolas con las propias tan placenteras. El intercambio de sensaciones en las experiencias sexuales le abrieron a una nueva perspectiva respecto al deseo y la obtención de placer, con lo que dejó de sentir aquel profundo malestar mental y físico cuando se hablaba en público del tema.

En la tercera semana del proyecto, Sonia ya podía expresarse verbalmente sobre lo vivido y superar los nefastos efectos psicosomáticos: la sexualidad dejó de ser para ella algo doloroso, violento, indeseable y causa de repulsión. Inclusive estableció contacto en conexión con la mente de los cuatro pacientes masculinos participantes e intercambiar sus experiencias, que ella no podía ni figurarse, en el experimento.

Lara estaba sumamente contenta con el resultado de su invención, el Conector no sólo funcionaba en todos los sujetos, sino que su utilidad terapéutica quedaba avalada por las pruebas de laboratorio. Sin embargo, había una nota perturbadora que la inquietó. Sonia le consultó sobre el hecho de que, cuando, sin el dispositivo conectado, pensaba en las vivencias que los demás pacientes habían compartido con ella, en su interior "sentía" aquellas experiencias sexuales, las emociones vividas; incluso a nivel físico podía "recordar" y revivir los momentos que los demás habían transmitido a su cerebro. Sonia no se alarmaba por ello, al contrario, lo que notaba en el interior de su pensamiento le resultaba grato y beneficioso. Por vez primera comenzó a sentir deseos de tener relaciones sexuales.

Pero Lara se desasosegó. El Conector tenía que servir de puente entre las mentes de quienes participaban en el experimento, mientras estaban conectadas; en absoluto ir más allá del laboratorio, ni siquiera debía trasladar las emociones vividas por cada paciente al otro, exclusivamente los recuerdos y las sensaciones físicas a ellos ligados, con el objetivo de superar los traumas mediante la conciencia de las nuevas experiencias adquiridas mediante el dispositivo que ingenió y creó con ayuda del gabinete técnico.

Se entrevistó con otros participantes en las pruebas y comprobó que, efectivamente, lo que afirmaba Sonia estaba ocurriendo con los demás. El efecto del Conector seguía, más allá de la conexión físico-mental directa entre ellos. Las emociones de todos formaban ya parte de los "recuerdos" y vivencias de cada uno de los conectados. Persistían en la mente como si hubieran sido experimentados personalmente. Los traumas ajenos, sufridos en la infancia, la adolescencia, en la vida laboral, por accidentes; las angustias y las preocupaciones, los deseos, las frustraciones; como también la necesidad de cariño, o de pasión de instalaban de mente a mente como si fueran propias.

A la vista de lo cual, Lara suspendió las sesiones de laboratorio por tiempo indefinido, mientras investigaba esos resultados tan inesperados.

Por su parte, Sonia parecía haber superado las profundas conmociones emocionales de los abusos a que había sido sometida por su padre, con la apertura a las sensaciones importadas desde la mente de sus compañeras y compañeros de experimento, cuyos eventos traumáticos diferentes había podido experimentar a su vez. Estos, sin embargo, no enraizaron en su interior, no le causaban dolor alguno, aquellas heridas, muy dañinas en la mayoría de los casos, persistentes y angustiosas no la inquietaban, sencillamente pasaron a constituir una parte de sus conocimientos, como vivencias personales y experiencias no dolorosas. Ese había sido, para todas y todos los pacientes, el resultado del intercambio mediante el Conector.

Todo ello hizo que Lara reflexionara al respecto de las relaciones entre la intervención exterior y las potencialidades propias de la mente humana. En la psique actúan otras fuerzas además de las mecánicas del funcionamiento neuronal. Quedaban muchos "misterios", muchos interrogantes por despejar, sobre qué es lo emocional y si hay relación con lo estrictamente físico del pensamiento humano.

Al final, Lara se dio cuenta que las conexiones invisibles que llevaba estudiando tanto tiempo, no eran sólo neuronales, sino también humanas y que las emociones debían intercambiarse de forma natural entre personas, pues el forzarlas de forma artificial, aunque pueda parecer una buena salida, podría acarrear efectos secundarios imprevisibles.

 

 

 

 


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