EL LEGADO DEL TÍO BORIS (2 de 3)
Por Federico Rivolta
Enviado el 12/10/2024, clasificado en Terror / miedo
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Lo siguiente que visité fue la biblioteca. Ocultismo, nigromancia, demonología; sentí que no volvería a ser el mismo tras cruzar la puerta. Los estantes llegaban hasta el techo, y estaban repletos de tomos y adornos antiguos. En un rincón vi una chimenea de hierro con el rostro de una gárgola congelada en un grito eterno. El silencio era absoluto, como si la biblioteca estuviera encapsulada en una burbuja. La luz de las lámparas bañaba todo de un color amarillento, empujando poco a poco la oscuridad hacia los rincones. Revisé los libros y encontré algunos con cubiertas de cuero, que al tacto parecían más piel humana que animal, otros tomos estaban escritos en alfabetos completamente desconocidos para mí, y también encontré varias versiones de la Biblia.
A pesar de lo siniestro del lugar, decidí mudarme de inmediato. Una mansión regalada era demasiado buena como para andar encontrándole defectos, sobre todo considerando que yo ya estaba un poco mayor para seguir viviendo con mi madre. Esa tarde sacié muchas de mis curiosidades, y comencé a descifrar el enigma que envolvía a mi pariente. Yo era el nuevo dueño de sus pertenencias, y también de sus secretos.
*
La primera noche me costó dormir, la casa hacía ruidos a causa de los materiales que se enfriaban tras la caída del sol. La mansión entera respiraba un quejido sibilante, mientras el viento movía las hiedras que chocaban con las ventanas. Tras dar muchas vueltas en la cama decidí seguir explorando.
Regresé a la biblioteca; sin duda el sitio preferido de mi tío. Encendí las luces y sentí su presencia como en ninguna otra habitación. Noté que allí había varias tazas y platos vacíos, de las cenas que tuvo mientras desentrañaba los misterios del universo con la ayuda de sus libros arcanos.
De pronto me di cuenta de que en la parte superior de unos estantes había una sombra desigual. Me acerqué, y al quitar algunos libros mal acomodados hallé un viejo pasador oxidado. Entonces se abrió una puerta secreta. Al cruzarla ingresé a un pasillo estrecho y oscuro. El aire estaba viciado, y las altas paredes se acercaban entre sí con cada paso que daba.
Mientras avanzaba por el pasillo, comencé a escuchar susurros débiles que parecían venir de detrás de las paredes. No podía distinguir lo que decían, pero me sentí observado. En ese momento las luces se apagaron y quedé en completa oscuridad.
Intenté regresar, pero la puerta se había cerrado detrás de mí. Estaba atrapado. Los susurros se hicieron más fuertes y pude sentir una presencia a mi alrededor.
Escuché un gruñido bajo y sordo, proveniente de un lugar en el que la oscuridad era más intensa. Quise correr, pero mis pies estaban pesados, como si estuvieran anclados al suelo. La presencia se acercó más y podía sentir su aliento en mi rostro. Pero entonces todo se detuvo. Las luces se encendieron y la puerta se abrió por sí sola.
Regresé a la biblioteca temblando de miedo. No sabía qué había pasado en ese pasillo, pero sabía que no quería volver a experimentarlo; aún no estaba listo para enfrentar lo que se escondía en las sombras de la mansión. * La siguiente noche desperté con la sensación de que alguien estaba en mi habitación. Cuando encendí la lámpara a mi lado, vi a Arturo sentado en una silla al pie de la cama, mirándome sin parpadear.
Le hablé, con calma al principio:
-Arturo, ¿estás bien?
Pero él permaneció inmóvil.
Le grité, y aun así no se inmutó.
-¿Qué te pasa, Arturo?
Su mirada intensa me incomodaba, pero lo cierto es que siempre me gustaron los perros, y la situación no me dio miedo, sino que estaba más bien preocupado por su salud.
Llegué a pensar que aquello era un sueño, y me levanté de la cama para acercarme a él. Acaricié su pelaje suave y cálido; Arturo estaba allí, en carne y hueso.
De repente se levantó y salió de la habitación sin pérdida de tiempo. Me quedé sentado, y ya no pude volver a conciliar el sueño. La experiencia me dejó con una sensación de inquietud y curiosidad. ¿Qué le había sucedido a Arturo? ¿Acaso deseaba comunicarme algo? ¿Qué secretos conocía el perro de mi tío Boris?
...
...continúa en la tercera y última parte...
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