EL LEGADO DEL TÍO BORIS (3 de 3)

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La noche siguiente ocurrió algo de verdad aterrador. Me desperté con la sensación de que algo estaba directamente encima de mi cama y absorbía todo el aire a mi alrededor. Al abrir los ojos, vi a mi tío Boris con su rostro a centímetros del mío, echándome todo su aliento frío en la cara. Estaba flotando en el aire, y su aspecto era el de alguien que emergió de su tumba. Tenía los ojos completamente negros, y su piel estaba pálida y resquebrajada, como cubierta de una capa de ceniza. Intentó hablarme, pero su voz era un susurro inentendible. Yo había perdido todos los sentidos a causa del miedo; estaba paralizado, y solo podía sentir mi corazón latiendo con fuerza. Volví a enfocar la mirada en la figura de mi tío y esta comenzó a cambiar de forma. Su rostro se estiró y se convirtió en una criatura grotesca con ojos rojos brillantes, iluminados por una pequeña llama interior. Todo a su alrededor se convirtió en una nube oscura de moscas pestilentes. Entonces se acercó a mí oído y me habló con una voz que sonó como un cuchillo: «Eres el próximo».

Tras decirme eso, un olor a muerte llenó el lugar. Su cuerpo comenzó a descomponerse, y su carne se desprendió dejándole los huesos a la vista.

Toda la putrefacción cayó encima de mí, y un instante después desperté a los gritos, empapado en sudor.

Intenté secarme con una toalla, pero era imposible, aquel sudor era denso y viscoso, como nunca me había ocurrido. Debí darme un baño, y aún así la toalla se seguía pegando a la sustancia gelatinosa que tenía adherida a la piel.

                                          *

Al día siguiente decidí revisar de nuevo la biblioteca; estaba convencido de que allí encontraría alguna clave de lo que mi tío ocultaba. Entonces hallé un álbum familiar. Comencé a hojearlo desde la última página, y solo unas pocas fotografías eran a color; enseguida pasé a la sección color sepia.

No vi imágenes mías ni de mis primos, solo había una de mi madre de pequeña; los parientes que allí estaban retratados habían fallecido hacía mucho tiempo. Vi, entre otras personas, a mis abuelos, a quienes no conocí en vida, pero no supe quiénes eran los demás. Sin embargo, lo que más llamó mi atención fue que en varias de esas imágenes había un hombre misterioso, vestido con un sobretodo negro, de estilo de los que usaba mi tío Boris. Era como si cada generación hubiese tenido su familiar sombrío; un alma atormentada; una "oveja negra". También noté que había un personaje que se repetía, inmune al paso del tiempo, y ese era Arturo. Primero quise convencerme de que eran perros diferentes, de la misma raza, pero no había dudas, era él, y en todas estaba del mismo tamaño y con la misma mirada.

Mientras comparaba dos imágenes de él de épocas distintas, una fotografía cayó al suelo. Al recogerla vi que era otro retrato del dogo. Estaba en blanco y negro, y lo acompañaba un sujeto inquietante sentado en un sillón colonial, que usaba un bigote grande y vestimenta de hace más de un siglo. Arturo ya era un perro adulto, imponente, y hasta podría decirse que ya era viejo. Aquella criatura siempre formó parte de mi familia, como una herencia maldita de antigüedad insondable.

Di vuelta la fotografía, esperando ver alguna pista, y al otro lado había una sola palabra escrita: "Orutt".

En ese momento recordé la forma en que Arturo me había mirado cuando entré a la casa por primera vez tras la muerte de mi tío. El perro no solo había aprobado mi presencia allí, él me había estado esperando; él sabía que yo iría a vivir a ese lugar.

Dejé el álbum y fui a buscarlo, pero no lo encontré en ninguna parte. Fue entonces cuando me asomé a la ventana y lo vi enterrando algo en el fondo del jardín. Mi corazón se aceleró al pensar en qué podría ser.

Apenas vi al perro ingresar a la casa, salí con una pala y comencé a desenterrar lo que había dejado allí.

Poco después di con los restos de una persona. Eran huesos, pero se notaba que estaban frescos, y cubiertos de una sustancia que me recordó a la noche en que soñé con mi tío. Miré a mi alrededor y noté que en todas partes la tierra había sido removida; estaba claro que aquel no era el único cadáver.

Más cavaba y más cuerpos encontraba; desenterré no menos de treinta esqueletos, aunque sé que habría encontrado cientos de haber continuado.

                                          *

Algo en mi interior comienza a tomar forma, es una verdad inexorable que me negaba a aceptar. Mi tío Boris, con su mirada distante y su presencia enigmática, era de ese modo a causa del peso de un secreto. Él nos estaba protegiendo. Durante décadas se hizo cargo del mejor modo que pudo de contener a la bestia, y no fue el primero. Arturo, conocido en el inframundo como Orutt, ha sido una presencia oscura que acechó la humanidad durante siglos, alimentándose del miedo y la sangre de generaciones enteras. Ahora, que la sombra de la bestia se cierne sobre mí, conozco la verdadera medida de ese peso.

Hoy veo a Arturo prepararse para devorar una nueva víctima, y veo su cráneo abrirse a la mitad como las fauces de un abismo infernal. Y mientras cientos de colmillos surgen de su segunda mandíbula, solo me queda elegir. Elegir quién será el siguiente, quién será el sacrificado para calmar su apetito perpetuo. ¿Un extraño en la calle? ¿Alguien cercano? ¿Un criminal? La elección es mía, y también la condena.

Solo una plegaria me queda: "Que el silencio de los héroes desconocidos tenga voz en el cielo, y su sacrificio resuene en la eternidad. Que sean abrazados por sus hermanos y por fin alcancen la paz".

.

FIN


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