LAS RAZONES DE CHARLES CHAPLIN (2 )

Bajo un sombrero raído y un bigote distintivo, Chaplin caminaba por la vida hablando sin palabras. En cada esquina de la ciudad, danzaba entre risas y lágrimas con su bastón. Con su sonrisa melancólica, retrataba la lucha del ser humano, transformando la tristeza en arte.

En un escenario donde el drama y la comedia se entrelazaban, convirtió el sufrimiento en risa, recordándonos que, aunque la vida sea dura, siempre hay espacio para un instante de alegría. Su legado perdura como un homenaje al ser humano en toda su complejidad y nos enseñó como el cine mudo es un arte capaz de capturar la esencia de la vida. El cine tiene el poder de unir corazones y contar historias que trascienden al tiempo, al espacio y a las palabras.

Indudablemente la novedad del cine hablado constituyó un nuevo aliciente para atraer público a las salas de exhibición. Fue más un hecho comercial que una necesidad de los espectadores. Las imágenes, mudas o acompañadas de la palabra eran comprendidas sin ninguna dificultad por los espectadores. La cadena de imágenes en movimiento tienen de por sí la facultad de despertar sensaciones y emociones, que se transmiten desde el creador hasta el receptor, del mismo modo que la poesía escrita o el impacto visual del arte pictórico despiertan sentimientos profundos.
La fotografía fija fue la antecesora del cine. Todos podemos sentir las impresiones espirituales de una fotografía; nos habla; nos habla de la situación captada, de los sentimientos o emociones de quien la captó y de nuestras propias emociones. Naturalmente, la sucesión mecánica de fotografías facilita la narración de una historia; a cambio de pierde la magia y la belleza del pensamiento en silencio, de la comprensión de lo que se muestra ante nuestra vista como instante que trasmite sin necesidad de explicarse, sino que la explicamos.
En la fotografía somos, en la película son;  nuestra participación como espectadores no es idéntica. En el cine nos llevan, en la fotografía, en el lienzo, en la escultura nuestro interior lleva.
En el cine hablado esa función participativa del espectador de merma considerablemente. La palabra interfiere en el pensamiento y en la recepción del mensaje directo, intrínseco, se mediatiza y dirige hacia lo que el realizador desea. En cierta manera, el arte de la visión y su encauzamiento con la sensación emocional y sentimental de interrumpe, para canalizarse hacia la narración de los hechos que se muestran. Una parte importante de la creatividad de la imagen y la interpretación gestual se hace inútil y tiende a desaparecer bajo la fuerza de la palabra. El mensaje propuesto anula el mensaje sentido; la voz exterior se impone a la voz interior. El hilo visual deja de ser el foco para serlo el hilo auditivo.
Esta era, al parecer, una de las más importantes razones que perturbaban a Chaplin ante la aparición del cine hablado, lo que motivó su resistencia a dejar de lado la breve era del cine mudo.
En la penumbra de una sala, el cine mudo reina con su magia de gestos y miradas. Cada risa, cada lágrima, cada emoción, se comunica sin palabras, creando un vínculo entre los personajes y el público.....y llegó el cine hablado, rompiendo el silencio con voces retumbando en las salas de cine.

Las historias se volvieron más directas, los diálogos más claros. Sin embargo, en el corazón de algunas personas que viven más intensamente su mundo interior, resuena aún la poesía de lo no dicho, recordando que el silencio puede hablar más fuerte y ser más intenso que mil palabras, y que las emociones se transmiten y se perciben con el corazón.